Después De La Restauración

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«¿Puede ministrar en la asamblea el hermano excomulgado tanto en la Palabra (de Dios) como en el trabajo de diácono aun después de ser restaurado?» Este depende de varios factores: 1. La gravedad de pecado cometido. 2. La actitud del hermano restaurado. 3. El círculo de acción. 4. El carácter del ministerio. 5. El paso del tiempo.
1. Un pecado grave, públicamente conocido, que horroriza hasta los inconversos, exige que la persona restaurada ande muy humilde y calladamente. Hay varios grados del pecado. La reincidencia, por ejemplo, siempre es un agravante. El Señor en medio de la congregación dará discernimiento espiritual (eso es lo que figura «el sacerdocio»).
2. Así que la actitud de la persona restaurada demostrará hasta qué grado haya reconocido su pecado. Un hermano que todavía muestra algo de orgullo, resentimiento u otra actitud negativa, no sirve para la obra del Señor.
3. El círculo de acción, o sea la esfera de influencia, del hermano será limitado. Pecados graves dejan sus cicatrices. En este respecto, léase Levítico 21: 17-23. Las muchas faltas físicas enumeradas tienen su significado espiritual. Cuando un hermano ha cometido un pecado grave, se habla de él como «un sacerdote cojo»: pero el pasaje no sólo habla de «cojo», sino también de «ciego», etc. A veces el resultado de un pecado es que un hermano pierde discernimiento espiritual: queda «ciego.» De todas maneras, aplicando este pasaje del Antiguo Testamento, hay que atenernos al espíritu de la gracia de nuestro Señor Jesús, y no al de la ley de Moisés. «La letra mata.»
4. La expresión, «no se allegará a ofrecer el pan de su Dios» (v. 21) corresponde al acto de dar gracias por el pan y por el vino en la cena del Señor. Un hermano, consciente de que es «sacerdote cojo», no se atreverá a partir el pan.
Hay un sinnúmero de servicios humildes en cada iglesia o asamblea local, los cuales pueden ser desempeñados por hermanos restaurados.
5. Con el paso del tiempo, un hermano verdaderamente restaurado que ha seguido al Señor sin resbalar otra vez, adquiere la confianza de sus hermanos; también la ofensa ocasionada por su pecado se olvida paulatinamente. Lo que conviene, en todo caso, será comprendido por el que es humilde.
En resumen, no conviene establecer reglas fijas. Hay que guiarnos por los principios expuestos en la Palabra de Dios. Desgraciadamente, si no conocemos la Palabra de Dios, entonces no estamos en condiciones para servir de vasos, no sólo limpios, sino útiles en la casa de Dios. Finalmente, tenemos la promesa fiel del Señor en el salmo 25:9: «Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera.»