Cómo Dios Nos Hace Dispuestos Para Hacer Su Buena Voluntad

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Burbank, CA – 23 de Diciembre de 2007
Pasemos a Filipenses 2:13 para un verso introductorio, el cual creo explicará lo que tengo en mi corazón. “Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por Su buena voluntad”. En esta tarde les quiero hablar acerca de la obra de Dios en nuestras almas, la que nos prepara para hacer Su santa voluntad. No es mi intención hablar de los detalles de la voluntad de Dios—esto lo he hecho en otras ocasiones—sino más bien, de cómo Dios produce la disponibilidad en Su pueblo.
Para todos aquí debería ser obvio que Dios quiere que hagamos Su voluntad. El problema es que tenemos la carne en nosotros, la cual quiere hacer lo suyo propio. Estas dos cosas se oponen entre sí, lo que conlleva a un conflicto de intereses. Pienso que esta lucha existe más o menos en la vida de cada joven Cristiano. Creo que sabes a lo que me refiero; en la vida tenemos nuestras ambiciones, nuestros intereses y objetivos, y no queremos que nada ni nadie altere esos planes. Esto puede resultar en un estancamiento entre la voluntad de Dios y la nuestra, lo que detendrá el progreso espiritual en nuestras vidas. Hasta que no le entreguemos la comandancia de nuestras vidas al Señor, tendremos esa constante lucha interior. Mi intención esta tarde es mostrar cómo Dios vence este obstáculo y nos equipa para hacer Su buena voluntad.
Notarás que hay dos cosas en este versículo en Filipenses 2. Dice que Dios obra en nosotros primero el “querer” y luego el “hacer” Su buena voluntad. En otras palabras, Él produce en nosotros el deseo de hacer Su voluntad, y luego también nos da la fuerza para llevarla a cabo. Una cosa es tener la voluntad, pero otra cosa es tener el poder. El verso dice: “Dios es el que en vosotros obra ...”. Si fuera por nosotros, no tendríamos ningún interés en hacer lo que es agradable al Señor; e incluso si tuviéramos el interés, no tendríamos el poder para hacerlo. Afortunadamente este versículo nos dice que Dios suple estos dos elementos. Cualquier cosa que hagamos para “Su buena voluntad”, Él es quien obra, y el que debe recibir toda la gloria y alabanza.
Ahora, ¿por qué quiere Dios que hagamos Su buena voluntad? Creo que la simple respuesta es que Él quiere que seamos felices. Él es un Dios bendito (feliz) y quiere que conozcamos algo de esa felicidad para que nuestro gozo sea cumplido. Él nos ha hecho de tal forma—dándonos una vida nueva con nuevos deseos—que realmente lo único que nos hará felices es hacer Su buena voluntad. Él nos ama tanto que no solo se alegra con liberarnos del infierno; Él también quiere que seamos felices en la relación en la que nos ha traído. El Salmo 16:11 dice: “Hartura de alegrías hay con tu rostro”. Y el Salmo 36:8 nos dice que hay un torrente de delicias del que el Señor mismo disfruta, y Él quiere que lo disfrutemos junto con él. “Embriagarse han de la grosura de tu casa; Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias”.
Afortunadamente, el Señor tiene maneras de combatir esta lucha interna de nuestra voluntad. Él no quiere que desperdiciemos nuestras vidas haciendo nuestros propios deseos, porque eso nunca nos satisface. Así que por nuestro propio bien y felicidad, Él se responsabiliza de hacernos aptos, ¡por lo cual estaremos eternamente agradecidos!
La Doble Obra de Cortejo y Destete del Señor
El producir disposición es un proceso que involucra dos componentes. El primero es cortejo y el segundo es destete. El cortejo se refiere a cómo el Señor atrae los afectos de Su pueblo hacia Sí mismo. Esta es Su alegría principal; Él se goza en hacerlo.
Pasemos a Salmo 119:32 para ver esto. “Por el camino de Tus mandamientos correré, cuando ensanchares mi corazón”. Aquí tenemos la obra del Señor ensanchando los afectos de Su pueblo, y como resultado los conlleva a estar dispuestos a correr en el camino de Sus mandamientos. Él lo hace transmitiendo de varias formas Su grandioso amor sobre nosotros, hasta que nuestros fríos corazones se calientan para con Él. Uno de los resultados es la obediencia. Nos da urgencia de hacer Su voluntad. Otro versículo en conexión me llega a la mente, “Llévame en pos de Ti, correremos” (Cantares 1:4).
El amor divino tiene un poder de atracción irresistible. Este generará una respuesta en sus destinatarios. En 2 Corintios 5:14 nos dice: “El amor de Cristo nos constriñe”. Luego continúa diciendo, “Que los que viven, ya no vivan para sí, mas para Aquel que murió y resucitó por ellos”. ¡Esto muestra que el amor de Cristo tiene tal poder que giraría el curso de la vida de una persona a 180 grados! Esto puede transformar radicalmente la vida de una persona. Se negará a vivir para SI MISMA y vivirá para el SEÑOR. Si quieres prueba de ello, solo te diría que mires alrededor de este salón en esta tarde. Tú estás sentado entre cientos de personas cuyos corazones han sido tocados por Su amor y cuyas vidas han sido radicalmente transformadas. Joven querido, ¡hay poder en el amor de Cristo para cambiar tu vida! Nuestro gran problema es que conocemos muy poco sobre el amor de Cristo. No lo disfrutamos como deberíamos, y como resultado, no hay la respuesta correspondiente que debería de haber en nuestras vidas.
Ahora, la segunda forma en la que el Señor produce disposición en Su pueblo es por medio del destete. Pasemos a Salmo 119:67 para ver esto. “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; Mas ahora guardo Tu palabra”. El destete se refiere a la obra del Señor de romper la tendencia de nuestra voluntad, porque es un estorbo para nuestro crecimiento en las cosas de Dios.
El propósito del destete es frustrar la voluntad de la carne. El Señor lo hace al permitirnos pasar por varias experiencias de prueba, y a veces dolorosas, en la vida. A través del proceso del destete, se nos enseña el vacío del mundo y la vanidad de seguir nuestro propio camino. Por medio de la gracia divina, se nos permite ver que no tiene sentido continuar de otra manera que no sea haciendo la voluntad de Dios.
En este versículo, el Salmista reconoce que hacer su propia voluntad no produce ningún bien sino solo lleva a “descarriarse”. Cuanto antes aprendamos esto, mejor. Nuestra propia voluntad es la mayor fuente de nuestra infelicidad. Creo que podríamos decir que somos nuestro propio peor enemigo. Fue por el resultado de ser “humillado”, a través de la corrección del Señor, que David fue destetado de su propia voluntad y aprendió a guardar la Palabra de Dios. Fue solo entonces cuando él recibió la bendición práctica de la Palabra. Él se interesó en las cosas del Señor, así como lo reconoce en el siguiente versículo (versículo 68): “Bueno eres Tú, y bienhechor: Enséñame tus estatutos”.
El destete es necesario en nuestras vidas. Cuando Su sabiduría ve la necesidad de ello, Su amor lo proporcionará, y nos corresponde a nosotros aprovecharlo. Alguien bien dijo: “¡Es mejor ser atraído por las alegrías del cielo, que ser incitado por los problemas y las penas de la tierra!” Esto es muy cierto, pero ambos son necesarios en nuestra educación espiritual.