Cómo conocer la voluntad de Dios: Parte 2
Stanley Bruce Anstey
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Cuatro maneras en que Dios guía
Ayer vimos siete pasajes de las Escrituras en el Nuevo Testamento que describen la voluntad de Dios para nuestras vidas de manera general. Después de leer esos versículos, ninguno de nosotros puede decir que no sabe cuál es la voluntad de Dios para nuestra vida; ¡está claramente expuesta en la Palabra de Dios!
Esta noche, queremos hablar de la voluntad de Dios de una manera más específica. Sin embargo, no tendría sentido hablar de los detalles de Su voluntad y de ser guiados por Él, si primero no estuviéramos haciendo esas cosas obvias que están claramente marcadas en Su Palabra. Es por eso que anoche hablé primero del resumen general de la voluntad de Dios. No podemos esperar que el Señor nos guíe en ciertas cosas específicas en nuestras vidas cuando no hemos considerado las cosas generales o básicas que sabemos que Él quiere que hagamos. Sería hipócrita. El Señor dijo a los fariseos, “Ay de vosotros, escribas y Fariseos, ¡hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más grave de la ley, es á saber, el juicio y la misericordia y la fe: esto era menester hacer, y no dejar lo otro” (Mateo 23:23).
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Adaptado de una prédica pronunciada por Bruce Anstey en Lassen Pines, California, EE. UU.: 2 de julio de 2004.
Escrituras tomadas de La Biblia de las Américas® (LBLA®), Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usadas con permiso. www.LBLA.com
El prerrequisito necesario: Una buena condición del alma
Por lo tanto, después de haber hablado de esas cosas generales que tienen que ver con la voluntad de Dios, me gustaría examinar ahora cuatro formas principales en las que el Señor nos guía en los pequeños detalles de Su voluntad. Ahora, cuando hablamos del tema de ser guiados por el Señor, es imposible, realmente, hablar de ello sin implicar una condición de alma apropiada en el creyente que va a ser guiado. Con eso en mente, quiero ver primero algunos versículos que se refieren a la condición de nuestras almas.
Disposición para hacer la voluntad de Dios
Juan 7:17 dice: “El que quisiere hacer Su voluntad, conocerá de la doctrina si viene de Dios, ó si Yo hablo de Mí mismo”. Este versículo establece un gran principio que tiene que ver con conocer la voluntad de Dios. El contexto en el que se encuentra en Juan 7 tiene que ver con saber si cierta doctrina es correcta o incorrecta. Pero el principio es lo suficientemente amplio como para aplicarse a todos los asuntos de la vida. El principio es este: Debe haber una predisposición de nuestra voluntad a querer HACER la voluntad de Dios, ¡cueste lo que cueste! Esto significa que debemos querer hacer la voluntad de Dios, aunque duela. Fíjate: El versículo no dice: “El que quisiere conocer Su voluntad, la conocerá”. Más bien, dice: “El que quisiere hacer Su voluntad, conocerá ... ”. Esto significa que tiene que haber un compromiso en nuestros corazones para hacer Su voluntad, sin importar lo que nos pueda costar. Cuando existe ese profundo compromiso, el Señor seguramente nos mostrará Su voluntad.
Separación del mundo
Romanos 12:2 dice: “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto” (LBLA). Aquí tenemos otro punto con respecto a conocer la voluntad de Dios, y es: ¡estar separados del mundo! La razón de esto es que el mundo y sus principios afectarán nuestro pensamiento y nos harán perder el discernimiento. Si tenemos cualquier ambición o interés mundano en nuestras vidas, es seguro que nos nublará la mente en cuanto a esta cuestión, y nos impedirá conocer la voluntad de Dios para nuestra vida. Por eso, es importante no conformarse al mundo y a sus caminos.
Sinceridad
Efesios 5:14-17 dice: “Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, cómo andéis avisadamente; no como necios, mas como sabios; redimiendo el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis imprudentes, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”. Aquí hay otro prerrequisito para discernir la voluntad de Dios. Tiene que haber un ejercicio sincero del corazón. Si tenemos la actitud de ser descuidados e indiferentes acerca del camino de la fe por el que hemos de andar (lo cual es el significado de “dormir” en este versículo), ¿cómo podemos esperar que el Señor nos muestre Su voluntad? Es hipocresía. J. N. Darby lo dijo acertadamente: “El Señor no da luz a un cristiano dormido”. Este versículo dice que primero debemos “levantarnos”, ¡entonces el Señor nos “alumbrará” el camino! Aquí hay un orden moral. Leemos en el Salmo 36:9: “En Tu luz veremos la luz”. El cristiano apático y descuidado no va a obtener luz del Señor para su camino.
Probablemente ya les he contado esta historia antes; pero en fin, un maestro de escuela estaba un poco molesto por el estado apático de sus alumnos. Un día entró al salón y con la tiza escribió lo siguiente en el pizarrón: A-P-A-T-Í-A. Mientras lo escribía en letras grandes, un niño lo miró y pronunció en voz alta AA-PA-TÍA; luego, volviéndose hacia el niño que tenía al lado, le dijo: “¿Qué es la apatía?”. Y el otro niño respondió con desdén: “¡A quién le importa!”. ¡Eso es exactamente lo que significa la apatía! Ahora, si tomamos ese tipo de actitud con respecto a conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas, Él no nos va a enseñar Su camino. Él quiere corazones ejercitados. Necesitamos buscar al Señor con todo nuestro corazón y mente; y Él seguramente nos guiará en el camino, y conoceremos Su voluntad.
No tener motivos ocultos
Mateo 6:22-23 dice: “La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande será la oscuridad!” (LBLA). Aquí hay otra cosa importante respecto a estar en un estado adecuado para discernir los pensamientos y la voluntad de Dios: tener un ojo sincero. Sabemos que nuestros ojos naturales se utilizan para traer luz a nuestro cuerpo. Captan la luz a través de sus lentes, y la mente traduce esa información en una imagen para que seamos capaces de entender lo que estamos viendo. Pero esto sólo ocurre cuando nuestros ojos están “sanos”, y la luz que entra en el cuerpo no se ve obstaculizada. Lo mismo ocurre con nuestros ojos espirituales; necesitamos tener ojos espirituales sanos, o en buen estado, para que nuestra aprehensión espiritual no se vea perjudicada. Esto equivale a estar en una condición saludable del alma, sin tener motivos ocultos que impidan la entrada de la luz espiritual.
El Señor se refiere a dos condiciones en las que puede estar el ojo humano, y las correlaciona con dos condiciones del alma en las que podríamos estar espiritualmente. Uno tiene que ver con que el ojo sea “sano”, y el otro, con que el ojo sea “malo” (o enfermo). Naturalmente, si hay algo en nuestro ojo que impide que la luz pase a través de él y sea traducida por el cerebro, no podremos identificar lo que estamos mirando. Y todos sabemos cómo una cosa muy pequeña puede impedir que nuestros ojos vean las cosas con claridad. Una mota de polvo puede hacerlo. Lo mismo ocurre con las cosas espirituales. Tener un ojo malo o malsano, en un sentido espiritual, es tener motivos ocultos trabajando en nuestras almas, y esas cosas nos impiden ver ciertas verdades cuando se nos presentan. ¡Por lo tanto, debemos tener mucho cuidado con la condición espiritual de nuestra alma!
Por lo tanto, si tenemos dificultades para ver y comprender la verdad espiritual cuando se nos presenta, podría deberse a que hay algún motivo oculto en nuestras almas. Hay un compañero que conocemos que cuando le presentamos cierta enseñanza o principio de la Palabra de Dios, él a menudo dice, “¡No puedo verlo! ¡Simplemente no puedo verlo!”. Y si nos referimos a otro principio, suele decir lo mismo: “¡Es que no lo veo!”. ¡Y lo dice en serio! Y no dudo de que él tampoco pueda verlo. Pero podemos preguntarnos ¿por qué no puede verlo? Tiene algún obstáculo, algún motivo oculto, o su voluntad está trabajando, y eso bloquea la luz de esa verdad de su visión espiritual. Esto nos muestra que la lectura de las Escrituras y la oración no son necesariamente suficientes para comprender la mente de Dios sobre algo en particular; se necesita una condición correspondiente del alma para discernirla. La Biblia dice: “Pero el espiritual discierne todas las cosas” (1 Corintios 2:15, traducción J. N. Darby).
Hay muchos cristianos hoy en día que están leyendo sus Biblias y están buscando por medio de la oración la mente de Dios sobre ciertos asuntos (y son sinceros), pero están todos en una niebla en cuanto a lo que Dios quiere que hagan. Están teniendo dificultad en obtener luz y discernir la mente del Señor en el asunto, y creo que es porque hay algún obstáculo moral, algún motivo no controlado que está en el camino. Esto nos muestra lo cuidadosos que debemos ser para mantener una buena condición del alma. Y esto, lo sabemos, se hace mediante el auto juicio diario, por el cual la comunión puede continuar sin interrupción (1 Juan 1:9).
Veamos ahora estas cuatro maneras en que el Señor nos guía.
1) Sentir la presencia del Señor con nosotros: Comunión
Vayamos, en primer lugar, a Éxodo 33:13-15: “Ahora pues, si he hallado gracia ante Tus ojos, Te ruego que me hagas conocer Tus caminos para que yo Te conozca y halle gracia ante Tus ojos. Considera también que esta nación es Tu pueblo. Y Él respondió: Mi presencia irá contigo, y Yo te daré descanso. Entonces le dijo Moisés: Si Tu presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí” (LBLA). Esta es la primera gran manera en la que el Señor guía a Su pueblo: sintiendo Su presencia con nosotros. Podríamos decir que es la forma más elevada y pura de ser guiados.
Moisés buscaba la guía del Señor para llevar a los hijos de Israel a través del desierto horrible y yermo para entrar en la tierra prometida de Canaán. El Señor dijo: “Mi presencia irá contigo”. La presencia del Señor los guiaría. Se manifestaría en la nube de la shejiná de la gloria que moraba sobre el tabernáculo. Cuando se movía, ellos debían levantar el campamento y moverse con ella. Cuando se detuviera, debían detenerse y acampar allí (Números 9:15-23). Era realmente muy simple para ellos tener la guía del Señor. Todo lo que tenían que hacer era mantener la vista en la nube y permanecer bajo ella cuando se movía. Les servía de escudo contra el ardiente sol durante el día, y de columna de fuego que les alumbraba por la noche (Salmo 105:39). Es una hermosa imagen de ser guiados sintiendo la presencia del Señor.
Cuando Moisés dijo: “Si Tu presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí”, en realidad estaba diciendo: “Señor, si no podemos tener Tu presencia con nosotros, ¡no queremos ir!”. Así debería ser con nosotros. No deberíamos querer ir a ninguna parte en este mundo, o dar cualquier paso en nuestras vidas, si no podemos sentir la presencia del Señor con nosotros en ello. De lo que estoy hablando aquí es de un sentimiento de paz que cada cristiano debe tener en su vida, lo cual resulta de andar con el Señor. Colosenses 3:15 dice: “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones”. Esa es la condición cristiano normal porque estamos en comunión con el Señor. Nunca debemos permitir que nada entre en nuestras vidas que perturbe esa paz.
La condición normal de un cristiano es andar en comunión con el Señor; si esto es algo habitual, cuando demos un paso en falso, sentiremos que algo no está en orden; en otras palabras, perderemos nuestra paz. Es entonces cuando debemos volver sobre nuestros pasos y procurar mantenernos en el camino de hacer la voluntad de Dios. De este modo, el Señor nos guía teniendo el sentimiento de Su presencia. Pero si normalmente no andas en comunión con el Señor en tu vida, no sabrías lo que es perder el sentimiento de aquello que no estás acostumbrado a tener. Pero eso es algo triste.
Recuerdo que un hermano quería que lo acompañara a Malasia a visitar a los hermanos de allí. Yo tenía ganas de hacerlo, y le dije: “Claro, iré”. Hicimos el itinerario, y a medida que se acercaba el día y era hora de comprar nuestros boletos para la partida, comencé a inquietarme. Empecé a perder la paz. Después de un tiempo no podía dormir, pensando en ello, hasta que finalmente llamé al hermano y le dije que no iba a ir. En cuanto lo hice, recuperé la paz y esa noche dormí como un bebé. Lo que había sucedido era que había dado mi consentimiento para ir por un camino en el cual no tenía paz.
Vayamos a otro versículo para ilustrar este punto de ser guiado sintiendo la presencia del Señor. Salmo 32:8: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar: Sobre ti fijaré Mis ojos [te guiaré con Mi ojo]” (traducción King James). Todos sabemos que hay que estar muy cerca de una persona para ser guiado por su ojo. Esto tiene que ver con la cercanía e implica estar en comunión con el Señor. Si yo mirara a mi mujer desde donde estoy aquí, no creo que pudiera ver el movimiento de sus ojos, pero si me acercara a ella sí. Y esto es lo que realmente es la comunión: la cercanía del corazón y del pensamiento al Señor. Es lo que deseo en mi vida.
Esto me recuerda una historia que escuché de un hombre que estaba en Inglaterra, o quizás en Escocia, donde cazan muchos zorros y conejos. Tienen sus sabuesos para perseguir a estos conejos de manera organizada, ¡y luego les disparan! El hombre preguntó a uno de esos adiestradores de sabuesos: “¿Cómo saben cuándo están adiestrados esos sabuesos?”. El hombre respondió: “Eso es muy sencillo; cuando estamos de caza, y un conejo se cruza en nuestro camino, y el sabueso se vuelve y me mira antes de ir tras el conejo, sé que está adiestrado”. El perro sabe muy bien que debe perseguir al conejo, ¡pero aun así mira al amo antes de moverse! Eso es exactamente lo que el Señor busca en nosotros. Puede ser muy obvio hacia dónde debemos ir, pero aún así necesitamos mirarle a Él. Eso es dependencia, y el Señor guiará al alma dependiente. No demos ni UN PASO en nuestras vidas si eso significa que no sentiremos la presencia del Señor.
2) A través de los principios de la Palabra de Dios
Veamos una segunda forma en que Dios nos guía, que se encuentra en el Salmo 17:4: “Por la palabra de Tus labios yo me he guardado de las vías del destructor”. Y luego el Salmo 119:105: “Lámpara es á mis pies Tu palabra, y lumbrera á mi camino”. Avancemos un poco más hasta el versículo 130: “El principio de Tus palabras alumbra; hace entender á los simples”. Aquí tenemos otra manera en que el Señor guía: por los principios de Su Palabra.
Deberíamos estar agradecidos de tener esta manera de guía del Señor para añadir a lo que ya hemos dicho, porque sentir la presencia del Señor en nuestras almas es algo subjetivo (una impresión interna) y podríamos ser engañados por esos sentimientos subjetivos. Nuestros corazones son tan engañosos (como dice Jeremías 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”) que podemos vernos envueltos en algo que queremos hacer y pensar que tenemos la aprobación del Señor cuando en realidad no es así. Pueden resultar ser sólo nuestras emociones del alma las que estén actuando. Entonces, es una provisión maravillosa de Dios tener Su Palabra escrita para guiarnos también. Esto ayuda a comprobar y equilibrar las cosas. Podemos preguntarnos a nosotros mismos acerca de un paso en particular que estamos a punto de tomar: “¿Coincide con la Palabra de Dios? ¿Hay algún principio en Su Palabra que lo apoye?”. Acabamos de leer tres o cuatro versículos que nos dicen que Su Palabra nos guía. Esboza un camino seguro y dichoso para nosotros a través de este mundo. A medida que aprendemos y reunimos principios bíblicos, y luego los ponemos en nuestra tesorería, podemos recurrir a ellos en un momento de necesidad, y así, ser guiados.
Veamos Santiago 1:21: “Por lo cual, dejando toda inmundicia y superfluidad de malicia, recibid con mansedumbre la Palabra ingerida, la cual puede hacer salvas vuestras almas”. Esto va más allá del mero aprendizaje intelectual de los principios de la Palabra de Dios. Se refiere a la necesidad de que la Palabra de Dios eche raíces en la fibra misma de nuestro ser y se convierta en parte de nosotros. Probablemente has oído a los hermanos decir: “Tienes que hacer tuya la verdad”. Pues bien, eso es lo que quieren decir. Los principios de la Palabra de Dios tienen que llegar a ser una parte integral de nuestra persona, para que vivamos esa verdad de una manera práctica en nuestras vidas. No es sólo conocimiento de cabeza. De eso habla Santiago aquí cuando dice “la Palabra ingerida”. Esa misma idea se encuentra en 1 Juan 2:14, donde dice de los jóvenes: “La Palabra de Dios mora en vosotros”. Un hermano joven vino al hermano Darby y le preguntó cómo podía llegar a tener una buena comprensión de la Palabra de Dios como la que tenía el hermano Darby. ¡Le dijo que no era tanto su asimiento de la Palabra de Dios sino el asimiento que la Palabra de Dios tenía de él! La Palabra de Dios debe apoderarse de nosotros, y afectar nuestro ser, lo cual se evidenciará en nuestras vidas.
Sin embargo, aprender los principios de la Palabra de Dios va a tomar tiempo. Tenemos que recoger esos principios Escriturales para el camino mientras leemos y estudiamos la Palabra de Dios. Como creyentes jóvenes todos empezamos con poco, tal vez lo que hemos recibido como algunos principios de nuestros padres, si hemos sido criados en hogares cristianos, pero ahora es nuestra responsabilidad añadir a esas cosas a medida que crecemos. No estoy hablando ahora de doctrina, por importante que sea; estoy hablando de principios prácticos para el camino, que son sumamente necesarios.
Entonces, lo que Santiago está diciendo aquí es que, si vamos a apoderarnos de estos principios divinos de la Palabra, o debería decir, si los principios de la Palabra se apoderan de nosotros, vamos a tener que despojarnos de toda inmundicia y maldad. Esto implica un auto juicio de nuestra parte, para que esos principios realmente lleguen a ser parte de nosotros. El resultado será que tendremos conocimiento divino en cuanto al camino y sabremos lo que el Señor quiere que hagamos.
Pongámoslo de esta manera: supongamos que alguien viene y te ofrece un trabajo en el Yukón (cerca del Círculo Polar Ártico) y es un trabajo fácil que paga bien, pero no está cerca de una asamblea reunida en el nombre del Señor. ¿Deberías aceptar esa oferta de trabajo? ¿Puede la Palabra de Dios guiarte al respecto? Yo creo que sí. Un versículo de la Biblia arroja luz sobre esta decisión. La Escritura nos dice: “No dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre” (Hebreos 10:25). Si tomaras ese trabajo no podrías asistir a las reuniones donde los santos se reúnen al Nombre del Señor, y donde hay comunión y sana enseñanza. Podrías decir: “Pero puedo encontrar cristianos allá y tener comunión con ellos”. Sí, eso es verdad, pero ¿será “nuestra congregación” sobre la base de la verdad del un cuerpo congregado al nombre del Señor, o será en el contexto del cristianismo denominacional? Si estás reunido al nombre del Señor (Mateo 18:20), y vas a un lugar donde no hay una asamblea reunida como tal, tendrás que renunciar a ese privilegio. Debes deducir de esta Escritura que el Señor puede no estar dirigiéndote a tomar ese trabajo. Mientras que podrías ganar monetariamente, probablemente perderás espiritualmente en tu alma. Bajo circunstancias normales querrías estar seguro de tener una asamblea a la cual puedas ir para adoración y ministerio, antes de mudarte a un lugar así. Aún así, necesitas tener la dirección del Señor. Para que una persona joven dé ese paso, creo que estaría cediendo en sus principios, y el enemigo podría hacer uso de esto para alejarlo de la base divina de reunión. ¡Lo hemos visto suceder con demasiada frecuencia!
Tomemos otra ilustración: Supongamos que una persona viene a mí queriendo asociarse en negocios, pero esta persona no reconoce al Señor como su Salvador. ¿Debo hacerlo? ¿Cuál es la voluntad de Dios para mí? ¿Tengo algún principio en las Escrituras que me guíe? Debería poder recurrir a los principios prácticos que he aprendido de la Palabra de Dios sobre el camino, para guiarme. Cuando Dios da a conocer Su mente en Su Palabra, no necesito orar acerca de lo que Él quiere que yo haga, ¡porque Él me lo ha mostrado! No estoy diciendo que no debamos orar; debemos orar para que el Señor nos dé gracia para hacer lo que Su Palabra dice. Sería un error para mí entrar en una relación de negocios con esa persona cuando la Palabra de Dios me dice: “No estéis unidos en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14, LBLA).
¿Qué hay de una relación en la que alguien podría estar considerando involucrarse, y la otra persona no está andando en la senda marcada en la Palabra? ¿Hay alguna Escritura que pueda guiarlo? Sí: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de concierto?” (Amós 3:3). Hay otras Escrituras a las que podríamos acudir y que nos darían luz para esa situación. De hecho, Dios puede usar cualquier Escritura para hablarnos. Sé de una hermana que estaba saliendo con un hermano llamado Mark. Como la relación progresaba muy bien, ella quería una confirmación del Señor de que él era el correcto y que ella estaba en la voluntad de Dios. Un día estaba leyendo en los Salmos, y se encontró con las palabras (en el inglés de la versión King James): “Mark the perfect man [Considera al perfecto]” (Salmo 37:37). Ella pensó: “Eso es; ¡el Señor ha respondido a mi oración!”. Y acabó casándose con él.
Conozco a otra hermana que salía con un hermano que tenía mal genio. Ella estaba preocupada y acudió al Señor al respecto, esperando que el hermano creciera en gracia y lo juzgara. Un día ella estaba leyendo en Proverbios 22:24, que dice: “No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre de enojos”. Ella pensó para sí misma: “Ay, esa soy yo; estoy saliendo con un hombre iracundo, y dice con tal hombre ‘ni te acompañes’”. El Señor usó eso para guiarla a romper esa relación, y resultó que él tenía otros problemas que hubieran sido desastrosos si ella hubiera seguido con esa relación. Esto nos muestra que el Señor puede usar Su Palabra para guiarnos de una manera muy práctica.
Lo mismo ocurre en asuntos que tienen que ver con la asamblea. Si lees en Hechos 1, verás que los hermanos tenían que decidir si alguien debía ocupar el lugar de Judas entre los apóstoles. Ellos suplicaron al Señor, y Él les dio una respuesta de Su Palabra. Pedro recordó la Escritura que decía: “Tome otro su oficio” (Hechos 1:20; Salmo 109:8). Aprendieron de esto, que alguien debía ser nombrado para su lugar vacante. Fue la Palabra de Dios la que les dio luz sobre lo que debían hacer en aquella situación. Entonces fueron y lo sortearon, y el Señor indicó Su pensamiento mediante el sorteo que recayó en Matías. No estoy sugiriendo que debamos sortear o echar suertes para conocer la mente del Señor. Eso se hizo antes de que el Espíritu de Dios viniera a la tierra a morar en la Iglesia. Después que el Espíritu fue enviado nunca encontramos a los apóstoles haciendo eso; era estrictamente una cosa del Antiguo Testamento, y ellos realmente estaban todavía en terreno del Antiguo Testamento en Hechos 1.
A propósito, recuerdo a un joven que quería mudarse a cierta ciudad y realmente agonizaba sobre esto ante el Señor, pero no podía obtener el pensamiento del Señor en cuanto a si debía ir o no. Así que decidió echar suertes sacando pajitas para obtener la mente del Señor. Tomó unas pajillas y escribió en una un pueblo o ciudad donde quería ir, y luego escribió otra ciudad en otra donde también le gustaría ir; escribió en otra, “Quédate donde estás”. Luego tenía un par de opciones más, no recuerdo cuáles eran. Finalmente se quedó con una pajita, y no sabía qué escribir en ella. Entonces se le ocurrió que escribiría: “¡No saques pajitas!”. Así que las mezcló todas y oró antes de sacar una, y ¿adivinas qué pajita sacó? Era: “¡No saques pajitas!”. No sé si se mudó o no, pero ya no sacó más pajitas.
Hechos 15 sería otro ejemplo de ser guiado por la Palabra de Dios. Este era un asunto muy serio que estaba ante los hermanos; había algunos entre ellos que estaban enseñando que una persona tenía que ser circuncidada antes de que pudiera ser salva. Estaban mezclando la Ley con la gracia. Los hermanos se reunieron para discutir este asunto. Lo disputaron por un tiempo, pero la forma en que finalmente obtuvieron el pensamiento del Señor fue acudiendo a la Palabra de Dios. Santiago sacó un principio de la Palabra de Dios que les dio luz en cuanto a lo que debían hacer.
Es maravilloso que tengamos la Palabra de Dios para guiarnos en las circunstancias de la vida. No estoy diciendo que necesariamente vayamos a tener un capítulo y versículo para todo, pero creo que podemos encontrar un principio en algún lugar de la Palabra sobre el cual podemos actuar y que nos guiará. Pero esos principios no te servirán de nada si no los conoces. La única manera que vas a aprender estos principios preciosos de la Palabra de Dios es leyendo tu Biblia. Yo te rogaría que entres en las Escrituras y aprendas esos principios valiosos para tu vida. Dice en Mateo 13:52, que “todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas”. La única manera en que podía “sacar” cosas nuevas y viejas de su tesorería para aplicarlas a las necesidades del hogar, era que primero tenía que haber dedicado tiempo a poner esas cosas en su tesorería. Y lo mismo ocurre con nosotros. Debemos recoger principios de la Palabra y luego guardarlos en nuestros corazones para un momento de necesidad, cuando podemos aplicarlos a las situaciones de la vida. Cada uno de nosotros tiene una tesorería y es nuestro privilegio y gozo pasar tiempo poniendo cosas en ella.
3) A través de la providencia
Vayamos ahora a Proverbios 16:9: “El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos”. Y también en Jeremías 10:23: “Conozco, oh, Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos”. Aquí tenemos dos versículos que nos presentan otra manera en la que Dios guía, que es, a través de Su providencia. Te preguntarás: “¿Qué es la providencia?”. Son los caminos de Dios obrando entre bastidores en la vida de las personas. Puesto que el Señor tiene a Su disposición todo el poder del cielo y de la tierra, puede actuar, y de hecho actúa, en todos los escenarios de la vida cotidiana. Nada sucede por casualidad. Dice en Lamentaciones 3:37: “¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?”. Nada puede suceder sin que Él lo disponga. Escuchamos en la conferencia de Walla Walla que Cristo es “Cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia” (Efesios 1:22). Todo lo que pueda tocar la vida de aquellos que componen la Iglesia, Él está sobre todo ello. Él sólo permite que nos toque lo que Él quiere. Esta es Su divina providencia. Él nos guía por ciertas cosas que permite que entren en nuestras vidas, por medio de las cuales discernimos la voluntad de Dios.
Ahora bien, debemos tener cuidado cuando nos guiamos por las circunstancias, porque podemos ser engañados. El peligro está en tratar de interpretar las circunstancias cuando no estamos en comunión. Realmente, en cada una de estas cosas tenemos que estar en comunión con el Señor para discernir Su pensamiento. Si no lo estamos, pensaremos que tenemos un sentimiento de Su presencia cuando no lo tenemos; también malinterpretaremos las Escrituras, y malinterpretaremos las varias circunstancias en nuestras vidas.
Veamos en Hechos 16:9-11 Para ver un ejemplo de ser guiado por las circunstancias. “Y se le mostró a Pablo una visión de noche [en un “sueño”]: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio. Zarpando, pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis”. Aquí es donde el Evangelio entró en Europa por primera vez. En Troas, Lucas se reunió con Pablo, Silas y Timoteo, y formaron un séquito de cuatro misioneros. Pablo dedujo de este “sueño” que tuvo (una circunstancia que Dios providencialmente realizó en su vida), que el Señor los llamaba a ir a Macedonia, que es el norte de Grecia. Este es un ejemplo de cómo Dios puede usar las circunstancias para guiarnos por el camino de Su voluntad. No es exactamente que vayamos a tener una visión, pero Él nos guiará a través de alguna circunstancia inequívoca que se presenta.
La providencia de Dios se ve de nuevo en el versículo siguiente, donde dice que cruzaron las aguas en dos días. (Llegaron a Samotracia, que es una isla a mitad del Mar Egeo, en un día. Luego, al día siguiente llegaron a Neápolis, en Macedonia). Esto me parece muy interesante. El viento les ayudó a tener un viaje rápido a través del agua. Se puede decir que el Señor les abría el camino y les ayudaba. Miremos unos capítulos más adelante en este libro, en Hechos 20:6, cuando Pablo había tenido la idea de ir a Jerusalén, pero el Espíritu de Dios le estaba dirigiendo a ir en la dirección opuesta. Él tenía que cruzar ese mismo tramo de agua, solo que en la dirección opuesta; pero dice, “Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos y vinimos á ellos á Troas en cinco días”. Fíjate en que el viaje duró cinco días. Cuando el Señor llamaba a Pablo a ir al oeste, a Macedonia, sólo tardó dos días en hacer el viaje, pero cuando iba en contra de la dirección del Espíritu (Hechos 20:22-23; 21:4,10-14), ¡tardó cinco días! Los vientos soplaban en contra de la nave mientras regresaba a Troas. ¿Qué podemos aprender de esto? Las circunstancias indicaban que no se movía según la perfecta voluntad de Dios. Tenemos que estar cerca del Señor para discernir Su pensamiento en tales circunstancias. Esto, como hemos dicho, requiere comunión.
Dios puede usar pequeñas cosas, pero si estamos lo suficientemente cerca de Él lo discerniremos. Tal vez hay algo en alguien que te molesta, y quieres decirle lo que crees que necesita oír. Quieres “desahogarte”, como se suele decir, así que coges el teléfono, ¡pero la línea está ocupada! Entonces, vuelves a llamar, pero sigue ocupada. Tal vez lo intentes varias veces. En una situación así, puede que el Señor te esté diciendo que no lo hagas. Probablemente dirás algo de lo que después podrías arrepentirte, y el Señor está tratando de guardarte de esto. Tal vez es sólo la carne en ti que quiere arrancar su cabeza. El Señor ha permitido que esa señal de ocupado suceda una y otra vez por una razón. Tal vez te está diciendo que estás yendo en contra de Su voluntad.
Volvamos a una ilustración del Antiguo Testamento del Señor guiando por las circunstancias: Génesis 24. Esto tenía que ver con Abraham enviando a su siervo a encontrar una “ayuda idónea” (una esposa) para su hijo, Isaac. Sospecho que no hay pocos jóvenes aquí esta noche que tienen este deseo de encontrar a su pareja de por vida designada por Dios, y eso es bueno. Abraham utilizó a su siervo, que es una figura del Espíritu Santo, y espero que dejen que el Espíritu los guíe en este asunto tan importante en sus vidas.
Encontramos que este hombre oró acerca de ello; y puso delante del Señor algo que, si llegaba a suceder, él podría tomarlo del Señor indicando que él había encontrado a la muchacha correcta. Oró para que cuando le pidiera a la muchacha un poco de agua para beber, ella estuviera dispuesta a darle de beber, pero más que eso, ella se ofrecería a dar de beber también a sus camellos. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Como ven, fue una circunstancia la que lo guio.
Génesis 24:27 dice: “Y dijo: Bendito sea Jehová, Dios de mi amo Abraham, que no apartó Su misericordia y Su verdad de mi amo, guiándome Jehová en el camino á casa de los hermanos de mi amo”. Bendijo a Dios y le dio gracias por haber propiciado las circunstancias que le guiaron hacia la persona indicada. Y cuando habló con ella y supo de quién era hija, era exactamente la persona que buscaba, pues su amo Abraham le había dicho que consiguiera a alguien del mismo linaje familiar.
Pueden sacar muchas lecciones de este capítulo con respecto a esta decisión tan importante en sus vidas. ¿No es interesante cómo fueron juntados? Él buscaba una señorita que fuera del mismo linaje. ¿Por qué debería estar tan preocupado por eso? Bueno, es muy importante que encontremos alguien, un alma gemela si quieres llamarlo así, un compañero, entre aquellos que tienen una fe igualmente preciosa como la tuya. Siempre me inquieta cuando veo a alguien salir y buscar una esposa o esposo en otras comuniones cristianas, o tal vez incluso en el mundo, porque sé que va a ser difícil en el aspecto de la compatibilidad.
Ten cuidado y busca, por así decirlo, dentro de tu propia tribu. Esa es una expresión tomada de Números 36, donde a los hijos de Israel se les dijo que se casaran dentro de su propia tribu. Aplicando eso a nosotros mismos típicamente, como cristianos, sería casarnos dentro de nuestra propia comunión; en otras palabras, entre los hermanos reunidos al nombre del Señor.
Es interesante que, con las cinco hijas de Zelofehad, cuando llegó el momento de heredar la tierra, cada una recibió una heredad, lo cual era bastante inusual. Normalmente, la herencia en Israel se dividía entre los varones de la familia, y se esperaba que las muchachas se casaran con alguien que tendría su propia heredad de su padre. Pero como estas muchachas no tenían hermanos, la herencia de su padre les correspondía a ellas. Eso significaba que los muchachos que se casaban con ellas recibían una doble heredad. Aquellos muchachos tendrían la heredad de su padre, y estas muchachas también tendrían una heredad. ¡Esto las hacía muy atractivas para el matrimonio! ¡Y eso, aunque una de ellas se llamaba “Hogla”! No estoy seguro de cómo era, pero el muchacho que se casó con ella recibió una doble heredad. Puedes leer sobre esto en Josué 17. Hubo “diez suertes” que cayeron a Manasés a causa de las hijas de Zelofehad.
Ahora, hablándoles a los hermanos jóvenes; si se casan con las muchachas de la reunión que son espirituales y están buscando seguir con el Señor, ¡van a recibir una doble heredad! Ellas van a traer al matrimonio algo que han aprendido de su experiencia de andar con el Señor, y eso será valioso. No te pierdas de esto. Si tú mismo has tomado algo de la herencia, y la mujer con la que te cases también tiene una heredad, ¡qué maravilloso sería ese matrimonio! Mira al Señor, Él te guiará en esta importante decisión.
Fíjate: Él dijo: “Guiándome Jehová en el camino”. Él se movía en “el camino”, que denota la actividad de la fe, cuando el Señor lo guio. Esto nos muestra que Dios guía a Su pueblo cuando avanza en la fe. Es algo así como el timón de un barco. Guía el barco, pero sólo cuando el barco está en movimiento. Si el barco está atracado, el capitán puede mover el timón de un lado a otro, pero no girará el barco. El barco tiene que estar en movimiento para que funcione. Lo mismo ocurre con nosotros. Debemos estar moviéndonos hacia adelante en el ejercicio de la fe. Necesitamos poner nuestro pie adelante y confiar en el Señor; Él honra la fe y abrirá el camino. A veces esperamos que el Señor abra el camino mientras nos sentamos y esperamos que Él se mueva. Pero Él quiere que nos ejercitemos, que nos movamos, y entonces Él honrará ese paso de fe y nos dirigirá.
El Señor puede dar a conocer Su pensamiento a través de circunstancias negativas también. Dice en el Salmo 32:9: “No seáis como el caballo, ó como el mulo, sin entendimiento: Con cabestro y con freno su boca ha de ser reprimida, para que no lleguen á ti”. A veces, si no estamos en comunión con Él, el Señor aún puede guiarnos. ¡Pero no es muy agradable! Él utiliza “la escuela de los golpes duros”, por así decirlo. El caballo siendo dirigido por el bocado y el freno ilustra eso. No puede ser muy agradable para un caballo tener su boca sacudida de un lado a otro.
Sabes, lo que caracteriza a un caballo es que se desboca, a menudo por cosas pequeñas. Si a alguien se le cae algo al suelo y hace un ruido agudo y fuerte, el caballo se desboca y echa a correr. Refleja impulsividad. Responde a correr cuando el Señor no nos ha llamado a correr, es dar un paso cuando el Señor no nos ha dirigido de esa manera. Aquí está diciendo: “No seas así”. A veces nos movemos demasiado rápido en las decisiones de la vida y nos metemos en dificultades. La Escritura dice: “El presuroso de pies peca” (Proverbios 19:2). También dice: “El que creyere, no se apresure” (Isaías 28:16).
Por otro lado, podemos ser como la mula. La mula se caracteriza por su terquedad. Mi padre solía contarnos una historia que ocurrió en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), cuando utilizaban muchas mulas para transportar cargas, etc. Decía que lo pasaron fatal. Cuando entraban en combate, los pobres animales oían las explosiones y, por miedo, se ponían tercos y no se movían. Los capitanes y sargentos se vieron obligados a tomar un arma, ponerla en su cabeza, disparar al animal, y traer otro. Nosotros también podemos ser así de testarudos. El Señor puede querer que hagamos algo, pero no lo hacemos. Afortunadamente, Él no nos trata con medidas drásticas como lo hicieron esos soldados con sus mulas. En cambio, nos enseña a obedecer, y aprendemos a hacer Su voluntad.
Sé de un joven que quería ir a un lugar que era cuestionable, pero estaba inquieto, y su conciencia le reprendía al respecto. Pero él quería ir desesperadamente y estaba realmente luchando con ello. Arriba, en su habitación, tenía un calendario diario con un versículo para cada día. No era el típico calendario; era una caja con una ventana y un rollo dentro con versículos. Cada día se giraba el rollo hacia adelante para ver un nuevo versículo. Como estaba inquieto por lo que quería hacer, pensó en ir a su rollo de calendario y dar vuelta a un nuevo versículo. Tal vez, pensó, le daría algo de luz en su situación actual. Estoy seguro de que probablemente esperaba un versículo como el que Douglas nos estaba leyendo: “Id” (2 Reyes 6:2, LBLA). Cuando dio la vuelta al rollo apareció en grandes letras negras: “POR FAVOR, VUELVE ATRÁS”. Había llegado al final del rollo y era hora de volver a enrollarlo hasta el principio. No era un versículo de la Escritura, pero seguro que le habló. El punto aquí es que Dios puede usar cualquier cosa para dirigirnos en el camino. Y si estamos en comunión, discerniremos Su pensamiento a través de ello.
Proverbios 3:5-6 dice: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no estribes en tu prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas”. El Señor se complace en guiarnos por el camino; y una de las marcas de su guía es que Él endereza nuestro camino. Si el camino que estás contemplando seguir es algo complicado, no parece que sea la guía del Señor. Cuando Él abre el camino para que caminemos, será algo simple y sencillo. Tenemos que orar como lo hizo el salmista: “Señor, enséñame Tu camino, y guíame por senda llana” (Salmo 27:11, LBLA).
Si estás orando por algo, y no recibes una respuesta clara, ni se abre una “senda llana” en esa dirección, probablemente es porque el Señor te está indicando que quiere que te quedes donde estás, al menos por el momento.
Algo muy importante cuando nos dejamos guiar por las circunstancias es que debemos estar en comunión para discernir el pensamiento del Señor en las cosas que suceden en nuestra vida. De lo contrario, podríamos fácilmente interpretar las circunstancias de manera errónea y dejarnos engañar. Jonás estaba en una mala condición, y cuando quiso ir a Tarsis, bajó a Jope; y he aquí, ¡encontró un barco que iba exactamente a ese lugar! Podía haber dicho: “¡Oh!, se me presentan las circunstancias; estoy justificado que vaya por aquí”. ¡Pero era exactamente la dirección opuesta que el Señor quería que tomara!
Si estamos decididos y determinados a ir en una dirección en particular, el Señor puede dejarnos ir en esa dirección para que podamos probar el fruto de nuestro propio camino. Dice en el Salmo 106:15: “Y Él les dio lo que pidieron; Mas envió flaqueza en sus almas”. Como digo, Él puede enseñarnos en “la escuela de los golpes duros” que, seguir nuestra propia voluntad nunca es bueno.
4) Por medio de profetas
Ahora, para una cuarta manera en que el Señor guía, volvamos a Proverbios 11:14: “Donde no hay buen consejo, el pueblo cae, pero en la abundancia de consejeros está la victoria” (LBLA). Luego en el capítulo 12:15: “El camino del necio es derecho en su opinión: Mas el que obedece al consejo es sabio”. Aquí tenemos otra forma en que el Señor nos guía: por boca de profetas. Dirás: “¿Sigue Dios usando profetas hoy en día?”. Por supuesto que sí. Él usará a los hermanos como profetas o profetisas para decir lo que Él piensa. Uno de los hermanos puede venir a ti con la Palabra de Dios en su boca y darte algún consejo piadoso, ya sea solicitado o no. Están actuando como profetas o profetisas, y necesitamos escucharlos.
Siendo este el caso, yo te instaría a escuchar a aquellos que tienen un conocimiento de los caminos de Dios, que han andado con el Señor y tienen experiencia en el camino. Ellos pueden darte buenos consejos respecto a las decisiones de la vida. Debes tener cuidado, por supuesto, porque hay muchos consejos gratuitos por ahí. Si escuchas a todo el mundo, es posible que recibas un mal consejo. Recuerda, dije que en cada una de estas cuatro maneras por las que Dios nos guía, debemos tener una condición del alma correcta para empezar. Entonces, si alguien viene a ti con un mal consejo, deberías ser capaz de discernirlo.
Permítanme darles un ejemplo. Estamos pensando en vender nuestra casa, y he escuchado el consejo de varios hermanos; algunos aconsejaron que vendiéramos, y otros dijeron que no vendiéramos. ¿Qué debemos hacer? Creo que el consejo de Jim fue el mejor; dijo: “Esperad en el Señor”. No se comprometió ni en un sentido ni en otro, y creo que eso es bueno. Si alguien te pide consejo y no estás seguro de qué decir, sería mejor que lo dijeras. No hay nada malo en decir: “No lo sé. No quiero desorientarte”.
Ahora, vayamos a 2 Reyes 6:8-12: “Tenía el rey de Siria guerra contra Israel, y consultando con sus siervos, dijo: En tal y tal lugar estará mi campamento. Y el varón de Dios envió á decir al rey de Israel: Mira que no pases por tal lugar, porque los Siros van allí. Entonces el rey de Israel envió á aquel lugar que el varón de Dios había dicho y amonestádole; y guardóse de allí, no una vez ni dos. Y el corazón del rey de Siria fué turbado de esto; y llamando á sus siervos, díjoles: ¿No me declararéis vosotros quién de los nuestros es del rey de Israel? Entonces uno de los siervos dijo: No, rey, señor mío; sino que el profeta Eliseo está en Israel, el cual declara al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu más secreta cámara”.
Aquí tenemos un ejemplo de recibir un buen consejo. El rey de Israel estaba siendo atacado por el rey de Siria; y vemos a Eliseo hablándole la Palabra de Dios. Le dijo al rey de Israel: “No vayas a tal y tal lugar porque Dios me ha dicho que tu enemigo está allí y te está esperando para tenderte una emboscada”. Mientras el rey escuchó al profeta, estuvo a salvo. La tendencia actual es matar al profeta porque no nos gusta lo que nos dice. Pero aquí, el rey escuchó al profeta y actuó según su palabra, y dice “guardóse de allí, no una vez ni dos”.
Esto es muy instructivo, porque hay ciertos lugares en este mundo a los que un hijo de Dios no debe ir. Nuestro enemigo seguramente está allí, y es probable que nos mate si vamos allí. Para ti puede ser un lugar diferente al mío. Cualesquiera que sean tus hábitos o intereses, tu enemigo podría acampar allí para atacarte. Supongamos que se trata de un deporte concreto que ha cautivado tus intereses y tu tiempo: es un lugar en el que tu enemigo podría intentar hacerte tropezar y arrastrarte cada vez más. En tal situación, lo mejor sería no ir a “tal y tal lugar”.
Somos guardas de nuestros hermanos, y necesitamos advertirnos unos a otros si vemos que alguien se está metiendo en algo que podría ser perjudicial para su vida espiritual. Un hermano o hermana fiel puede verlo en nuestras vidas y advertirnos de los peligros. De esta manera están actuando como profeta o profetisa. Puede que no nos guste, pero la Escritura dice: “No menospreciéis las profecías” (1 Tesalonicenses 5:20).
Antes hablábamos de Pablo yendo a Jerusalén cuando el Espíritu de Dios le guiaba a otra parte; y dice: “Después de hallar a los discípulos, nos quedamos allí siete días, y ellos le decían a Pablo, por el Espíritu, que no fuera a Jerusalén” (Hechos 21:4, LBLA). Ahí tenemos la voz de los hermanos actuando como profetas, a los que Pablo habría hecho bien en escuchar. Un poco más adelante en el capítulo, un profeta llamado Agabo dijo lo mismo a Pablo y lo demostró ante él tomando su faja y atándolo con ella. Estos son ejemplos de hermanos que nos profetizan para nuestro propio bien. Proverbios 25:12 dice: “Como zarcillo de oro y joyel de oro fino, es el que reprende al sabio que tiene oído dócil”. Que cada uno de nosotros tenga ese oído atento.
Hemos visto cuatro maneras en las que Dios guía:
• Su presencia.
• Sus principios.
• Su providencia.
• Sus profetas.
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Ahora, en resumen, diría que lo esencial en este asunto de discernir la voluntad del Señor gira en torno a la condición de nuestra alma. Necesitamos haber renunciado a nuestras voluntades en el asunto; es decir, no tener voluntad propia en la cuestión. Me doy cuenta de que eso no es fácil, pero son los que no tienen voluntad propia en un asunto los que discernirán la voluntad de Dios. El Salmo 25:9 dice: “Encaminará á los humildes por el juicio, y enseñará á los mansos Su carrera”. Una persona mansa es aquella que no hace valer su voluntad. Esto no significa que debamos ser indiferentes ante estas cosas; ya hemos hablado de la necesidad de ejercitarnos en conocer Su voluntad. Pero si somos mansos, el Señor promete que nos guiará.
Algo reconfortante, debo añadir, es que, si actuamos con fe, el Señor no dejará que nos equivoquemos. La Escritura dice: “Yo honraré á los que Me honran” (1 Samuel 2:30). Dios honra la fe: y si por casualidad estamos dando pasos equivocados en algún asunto, pero estamos buscando honestamente hacer lo que creemos que es Su voluntad, tratando de agradarle, Él nos detendrá de caer en algo que sería un error. ¿No es un pensamiento reconfortante? ¡Qué Dios tan bueno tenemos!
En Génesis 20 hay una ilustración de este punto. Abimelech trató de tomar a la esposa de Abraham (quien él pensó que era la hermana de Abraham) para ser su esposa. Lo hizo sin darse cuenta, en la “integridad” de su corazón y en la “limpieza” de sus manos. Pero Dios vino a él en sueños y le dijo que era la mujer de otro hombre. “Y díjole Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y Yo también te detuve de pecar contra Mí, y así no te permití que la tocases” (Génesis 20:6). Abimelech no estaba consciente de los hechos, pero Dios lo protegió de cometer un gran error. Y creo que Él nos protegerá de cometer un error también, si estamos persiguiendo algo en fe que no es Su voluntad.
Ahora bien, es cierto que, si necesitamos la disciplina, Él podría, como se mencionó anteriormente, concedernos la petición, pero enviando flaqueza a nuestra alma (Salmo 106:15), pero eso sería para enseñarnos algo que no podríamos aprender de otra manera en la escuela de Dios, y sólo sería a causa de la terquedad de nuestro propio corazón. Pero ese es otro tema. Normalmente, si seguimos adelante con buena conciencia, y estamos actuando con fe en un asunto particular, el Señor intervendrá y nos impedirá hacer algo que no es Su voluntad. Esto debería ser un tremendo consuelo para nosotros, y debería darnos confianza para seguir adelante en fe confiando en Él.
La perfecta y la permisiva voluntad de Dios
Ahora, para redondear este tema de la voluntad de Dios, quizá pueda decir unas palabras sobre los dos aspectos de la voluntad de Dios. Puedes recordarlos por dos “P”: cada uno de estos dos aspectos comienza con la letra “P”.
Existe Su voluntad perfecta para nosotros, que es el plan que Él ha trazado para nuestras vidas y que lo glorifica. La Escritura dice: “Para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). Sin embargo, puede haber cosas en nuestra actitud y en nuestros caminos que no agraden al Señor; y aunque Él quisiera que fuéramos por el camino de Su perfecta voluntad, puede permitirnos ir por el camino de nuestra propia voluntad. En estos casos, Él está en completo control de todo lo que permite, pero en la sabiduría de Sus caminos, Él toma las mismas cosas que estamos decididos y determinados a tener y las usa como una disciplina, para nuestra corrección. A esto se le puede llamar Su voluntad permisiva (1 Corintios 16:7; Hechos 21:14).
Habrá muchas situaciones en la vida donde no tendremos un capítulo y versículo para guiarnos; por ejemplo, si debes o no ir a la próxima conferencia, o comprar algún producto en particular, etc. En tales casos, hay que separar los deseos de la carne de lo que es verdaderamente la voluntad de Dios en el asunto. Me doy cuenta de que esto es difícil porque nuestros corazones son engañosos (Jeremías 17:9). Siendo así, te daré algunas preguntas que puedes hacerte y que te ayudarán a este propósito.
Preguntas que podemos hacernos que nos ayudarán a discernir si seguimos o no la voluntad del Señor, cuando no hay una Escritura específica
• ¿Es para Cristo? (Colosenses 3:17)
• ¿Le traerá gloria a Dios? (1 Corintios 10:31)
• ¿Estoy en paz con ello, o estoy inquieto? (2 Reyes 5:19)
• ¿Cuál es la fuente de tal deseo? ¿Es la carne o el Espíritu? (Gálatas 5:16-26)
• ¿Cuál naturaleza alimenta? (Romanos 8:13)
• ¿Hará a Cristo más precioso para mi alma? (1 Pedro 2:7)
• ¿Promoverá la piedad en mí? (1 Timoteo 1:4)
• ¿Me sentiría bien llevando al Señor allí si Él estuviera físicamente conmigo? (Éxodo 33:14-15)
• ¿Lo habría hecho el Señor? (1 Pedro 2:21)
• ¿Me gustaría ser encontrado haciéndolo cuando venga el Señor? (Mateo 24:46)
• ¿Me veo a mí mismo justificándolo ante los demás? (Job 9:20)
• Si implica gastar dinero, ¿podría emplearse mejor? (Proverbios 3:9)
• Si implica tiempo, ¿podría emplearse mejor? (Efesios 5:16)
• ¿Qué efecto tendrá mi conducta sobre los demás en esta cuestión? (1 Corintios 8:9-13)
• ¿Tiene apariencia de maldad? (1 Tesalonicenses 5:22)
• ¿Es cautivadora y esclavizante? (1 Corintios 6:12)
• ¿Tengo prisa por hacerlo? (Proverbios 19:2)
• ¿He buscado el consejo de cristianos piadosos al respecto? (Proverbios 11:14)