Capítulos 21:9-22:5: La Iglesia en la administración del mundo venidero

Revelation 21:9‑22:5
Esta sección es un apéndice en el libro del Apocalipsis. Nos hace retroceder en el tiempo hasta el Milenio y nos proporciona más detalles sobre la administración del mundo venidero bajo Cristo y la Iglesia. Este es el tiempo en el que la Iglesia entrará legítimamente en el gobierno. Muchos cristianos piensan que deben involucrarse en la política y el gobierno en el mundo hoy en día, pero este no es el momento para ello.
Hay enormes diferencias entre la falsa iglesia (“la ramera”) y la verdadera (“la esposa, mujer del Cordero”):
•  La Ramera es vista en el “desierto” porque está destituida espiritualmente (Apocalipsis 17:3).
•  La Esposa es vista desde un “alto monte” porque ha sido exaltada por Dios (Apocalipsis 21:10).
•  Se hace referencia a la Ramera como una “ciudad” que tiene todo lo del hombre en ella (Apocalipsis 17:9).
•  Se hace referencia a la Esposa como una “ciudad” que tiene todo lo de Cristo en ella (Apocalipsis 21:10).
•  Se habla de la Ramera como “grande” (7 veces) pero no santa (Apocalipsis 17:1, etc.).
•  Se habla de la Esposa como “santa” pero no grande (Apocalipsis 21:10).
•  La Ramera se glorifica a sí misma (Apocalipsis 18:7).
•  La Esposa es glorificada por Dios (Apocalipsis 21:11).
Al repasar los capítulos en el libro de Apocalipsis, podemos trazar la historia de la Iglesia y su destino final. Primero se la ve en la tierra como un reino de “sacerdotes” (capítulo 1). Después, es vista en una posición de testimonio como “siete candeleros de oro”, y lamentablemente fallando en su responsabilidad (capítulos 2–3). Luego, es vista como parte de los “veinticuatro ancianos” alrededor del trono en el cielo, como inteligentes observadores de la sabiduría de Dios en Su trato con los hombres (capítulos 4–5). Luego, es vista como “la esposa del Cordero” en las bodas del Cordero en el cielo (capítulo 19:7-10). Después de esto, es vista como parte de “los ejércitos” que siguen a Cristo desde el cielo en sus juicios guerreros (capítulo 19:14). Luego, es vista como la “novia” eterna de Cristo que le proporciona alegría y satisfacción eternas (capítulo 21:2, traducción J. N. Darby). Por último, en este apéndice, es vista como una “ciudad” celestial en la sede de administración sobre el mundo venidero (capítulo 21:9–22:5). ¡Qué historia de gracia divina!
La ciudad celestial
Capítulo 21:9-10.— Se muestra “la esposa, mujer del Cordero” a Juan, pero cuando la mira, ve una “ciudad”, no una mujer. Este cambio en las figuras es necesario porque una mujer en la Escritura no se ejercita en asuntos administrativos. Esto es coherente con el tenor general de la Escritura. Por lo tanto, la figura se cambia a una “ciudad” y se utiliza en lo sucesivo en el capítulo.
Si el número ocho distingue al Estado Eterno, el número doce distingue esta escena milenaria en el mundo venidero. El número doce representa la perfección administrativa.
•  Doce puertas (capítulo 21:12).
•  Doce ángeles (capítulo 21:12).
•  Doce tribus de Israel en las puertas (capítulo 21:12).
•  Doce cimientos (capítulo 21:14).
•  Doce apóstoles (capítulo 21:14).
•  Doce mil estadios (capítulo 21:16).
•  Doce veces doce codos (capítulo 21:17).
•  Doce piedras preciosas (capítulo 21:19-20).
•  Doce perlas (capítulo 21:21).
•  Doce tipos de frutos (capítulo 22:2).
•  Doce meses del año (capítulo 22:2).
La “ciudad” no es una descripción del cielo (como a menudo se piensa), sino de la Iglesia reinando con Cristo sobre la tierra en el Milenio. No es una ciudad literal que flota en el cielo. El Apocalipsis es un libro de símbolos y éstos se utilizan para describir a la Iglesia en su administración del mundo venidero. Una ciudad representa un sistema organizado de vida bajo un gobierno ordenado. En este caso es de naturaleza santa, de carácter celestial y de origen divino.
Su administración universal de la tierra
Capítulo 21:11.— La “ciudad” celestial es el utensilio de exhibición a través del cual Dios hará fluir Su gloria y la gloria de Cristo. El “oro” es el material prominente en estos versículos. Representa la justicia divina que será la regla del reino (Salmo 96:10; Isaías 32:1; 61:11). La “ciudad” se adornará con “la gloria de Dios” (traducción J. N. Darby) y se utilizará para transmitir esa gloria (“su luz”) ante el mundo (Efesios 2:7). Su gloria es como una “piedra de jaspe” (un diamante), “resplandeciente como el cristal” porque en aquel día, al ser glorificada, no habrá impurezas en la Iglesia que impidan la emanación de la gloria de Cristo. La carne habrá desaparecido de cada uno de la ciudad.
Capítulo 21:12-13.— La ciudad tiene “un muro”, lo que representa la separación y reclusión, y, por lo tanto, la exclusión de todo lo que no es de Cristo. Esto evidencia que en el Milenio todavía habrá enemigos y la presencia del mal (1 Corintios 15:25-26). ¡Pero ningún mal o depredador penetrará en esa ciudad! La ciudad también tiene “doce puertas”. Representan la responsabilidad administrativa (Deuteronomio 25:7; Josué 20:4; Rut 4:1-2) y la recepción de todo lo que es de Cristo. En las puertas hay “doce ángeles”. Representan toda la innumerable compañía de seres angélicos. No forman parte de la ciudad, sino que esperan fuera de ella para llevar a cabo cualquier servicio que la Iglesia considere necesario en el gobierno de la tierra.
Capítulo 21:14-20.— La ciudad tiene “doce fundamentos” adornados con “toda piedra preciosa”. Esto representa las diversas glorias de Cristo que brillan en y a través de los santos. Las piedras preciosas no tienen luz inherente, y tampoco los santos tienen gloria en sí mismos; su belleza será el resultado de la gloria de Cristo reflejada en ellos. (Compárese Salmo 90:17). Como las piedras tienen varios colores y matices, así los santos en su estado glorificado conservarán su individualidad. La ciudad en su conjunto es “oro puro” (versículo 18), pero también es como “vidrio limpio”, lo que significa que la ciudad será un despliegue de justicia ante el mundo.
Capítulo 21:21.— También tendrá “doce perlas” montadas en sus puertas. Una perla es un objeto de gran valor (Mateo 13:45-46). Por lo tanto, la Iglesia se exhibirá ante el mundo como un objeto de valor para el corazón de Cristo (Juan 13:1; 15:9; Apocalipsis 3:9). La ciudad tiene una “calle” (traducción J. N. Darby) de oro puro que la atraviesa. En la vida corriente, una calle es el medio por el que los hombres se relacionan entre sí en los negocios y la diversión. Esto representa la comunión entre los santos. El hecho de que sea de “oro puro” indica que la comunión e intercambio en la ciudad se basará en lo que es divino, y no en lo que es natural y mundano.
Capítulo 21:22-27.— Se mencionan al menos siete cosas que no estarán en la ciudad. No habrá “templo”. Es decir, nada que oculte la presencia de Dios y el acceso a Él. Tampoco habrá “sol” (luz creada), ni “luna” (luz prestada), ni “lumbrera” (luz artificial). Esto indica que no habrá necesidad de cosas terrenales y naturales para guiar las decisiones administrativas tomadas por la ciudad en cuanto a su gobierno de la tierra. Tampoco habrá “noche” allí porque la luz del conocimiento de Dios saturará todo (versículo 25). La luz llenará la ciudad. Esto será en un sentido literal, así como en un sentido espiritual. Las naciones de la tierra “andarán en la lumbre” de la ciudad (versículo 24). Esto significa que la tierra estará ordenada y regulada por los principios prácticos de la justicia divina que serán sostenidos y aplicados por la ciudad. Este conocimiento (“lumbre”) relacionado con la justicia práctica se difundirá a través de Israel en la tierra (Isaías 2:2-3; 61:6, etc.). Por tanto, las naciones serán instruidas en cuanto a cómo vivir bajo un reino de justicia. En aquel día la Iglesia será “la luz del mundo” de forma perfecta (Mateo 5:14). (Hoy la Iglesia es un testimonio para el mundo con mucha imperfección). Las puertas de la ciudad estarán abiertas de continuo (“nunca serán cerradas”) para recibir el reconocimiento y el respeto que le son debidos. No habrá “ninguna cosa sucia” en la ciudad (versículo 27). Y, por último, no habrá allí ninguna “maldición” (capítulo 22:3).
En resumen, la ciudad no necesitará nada de la naturaleza o del mundo para mantenerla. Las naciones le llevarán su “gloria y honor” (versículo 26). Esto no significa que la Iglesia vaya a recibir alabanzas de las naciones de la tierra, sino que las naciones traerán su homenaje a Aquel que está en medio.
Tres cosas que caracterizan la “vida” en la ciudad
1. El “libro de la vida” (capítulo 21:27). Esto representa la seguridad de su relación con Cristo.
2. El “río limpio de agua de vida” (capítulo 22:1). Esto representa el flujo interminable de bendición que les pertenecerá.
3. El “árbol de la vida” (capítulo 22:2). Esto representa la plenitud de satisfacción por el deleite de la comunión con Cristo.
Capítulo 22:1-5.— Las “hojas” del árbol serán para “la sanidad de las naciones”. Bajo la administración de Cristo y la Iglesia (Efesios 1:10), por primera vez en la historia, las naciones habitarán juntas en paz. La animosidad que ha existido durante miles de años entre las naciones será tratada mediante la ejecución de la justicia, y no habrá más guerras (Salmo 46:9).
El Antiguo Testamento termina con la advertencia de una maldición (Malaquías 4:6), ¡pero el Nuevo Testamento termina con la promesa de que no habrá más “maldición”! La “servidumbre de corrupción”, que ha impregnado la tierra desde la caída del hombre, será quitada (Romanos 8:20-22). En pocas palabras, al final Dios vencerá el mal con el bien. Los “siervos” del Cordero (los santos) le prestarán el servicio de alabanza. Verán “Su cara”. Los santos verán la cara del Señor literalmente (1 Juan 3:2), pero aquí la “cara” del Señor se usa figurativamente para indicar intimidad. “Su nombre estará en sus frentes”. Esto significa que todos los santos llevarán Su carácter a la perfección moral. Y reinarán con Cristo durante todo el Milenio: hasta los siglos de los siglos” (traducción J. N. Darby), que es el Estado Eterno (versículo 5; Daniel 7:18,22,27). Esto significa que el reinado de Cristo y la Iglesia sobre la tierra no continuará en el Estado Eterno, porque no habrá necesidad de gobierno en aquel día eterno.