Capítulo 12

Romans 12  •  5 min. read  •  grade level: 13
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Llegamos ahora a la justicia práctica, el estado y el andar de aquellos que han sido hechos objeto de la gracia de Dios, que han sido aceptados en un favor soberano y libre, justificados de todas las cosas, y que están sin condenación en Cristo. Es por esta misma compasión de Dios que les son dirigidos estos preceptos. «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias [o, compasión] de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional [o, inteligente].» Desde luego, se precisa de alguna inteligencia, respecto a estos cuerpos, para presentarlos así en servicio inteligente. Estamos «esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo» (Ro. 8:23). En breve «traeremos también la imagen del celestial.» Incluso por lo que respecta a nuestros cuerpos, pronto le veremos y seremos como Él es (Fil. 3:20-21; 1 Co. 15:49; 1 Jn. 3:22The same came to Jesus by night, and said unto him, Rabbi, we know that thou art a teacher come from God: for no man can do these miracles that thou doest, except God be with him. (John 3:2)). Teniendo inteligencia respecto a todo esto, podemos ya presentar nuestros cuerpos por adelantado para que sean de Él, usados en santa separación a Él y para Él. ¡Qué privilegio! Pero esto es imposible si nos amoldamos a este mundo—un mundo en enemistad con Él. Somos exhortados: «Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta».
Si Dios nos ha salvado en pura misericordia y compasión, entonces busquemos de manera inteligente conocer Su voluntad y probar cuál sea esta voluntad. Esto exigirá inteligencia espiritual en cuanto a la dispensación en la que nos encontramos. La «buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» en cuanto a esto sólo puede ser conocida y probada en humildad de alma y plena dependencia.
Versículo 3. «Digo, pues, por la gracia que me es dada.» ¡Qué constante necesidad de la conciencia del libre favor que nos es mostrado individualmente, y que nos ha sido dado! Es esto lo que posibilita que tengamos pensamientos humildes acerca del yo, y que pensemos con sobriedad para tener sabiduría, de la manera en que Dios ha otorgado a cada uno una medida de fe.
Versículos 4-5. Así como había una nación en la carne en la pasada dispensación y un pacto de mandamientos adaptados a aquella dispensación, «así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros». ¡Qué contraste con Israel! Debemos tener inteligencia respecto a esto, o no podremos probar la excelente voluntad de Dios para con nosotros ahora.
En el pasado, nadie podía estar en Cristo. Cristo tenía que morir y ser resucitado de entre los muertos, o bien quedaba solo, pero ahora somos un cuerpo en Cristo. Esta verdad tiene que regir toda nuestra obediencia a Cristo. Tenemos que actuar en unión, como los diversos miembros del cuerpo humano, así como somos un cuerpo en Cristo. No se trata tanto de la doctrina del un cuerpo aquí como de la práctica de todos los miembros de aquel un cuerpo.
Versículo 6. Luego tenemos que recordar que tenemos «diferentes dones, según la gracia que nos es dada». Ciertamente, sea cual sea el servicio de cada uno en el un cuerpo de Cristo, es todo de gracia, todo un libre favor. Con esta bendita conciencia del libre favor de Dios, seamos diligentes en el servicio, sea el que sea—trátese de profecía, ministerio, enseñanza, exhortación o gobierno. Que todo se haga con alegría.
Estos preceptos celestiales son tan claros que no precisan de explicación alguna, aparte de ver que todo se debe hacer con referencia al un cuerpo en Cristo. Pero cada precepto es de la mayor importancia, y sólo se puede guardar en tanto que se ande en el Espíritu. ¿Acaso podrá la carne, que sigue en nosotros, «procurar lo bueno», o actuará «en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros», o practicará la instrucción «bendecid a los que os persiguen»? No, no lo hará. Siempre perseguirá aquello que es nacido del Espíritu.
Versículo 16. Debería ser: «Tened el mismo respeto unos hacia otros, no altivos, sino asociándoos con los humildes». Esto es precisamente lo contrario a los caminos del mundo.
Versículo 17. Estas son unas palabras que deberían ser puestas en cada oficina, tienda, taller y hogar: «PROCURAD LO BUENO DELANTE DE TODOS LOS HOMBRES». ¡Qué propensos somos a olvidar esta bendita enseñanza! ¡Cuán dispuesta está la carne a devolver mal por mal! Es triste cuando la indolencia toma el lugar de procurar lo bueno delante de todos los hombres. Sí, sin solicitud, el cristiano puede caer en la falta de honradez casi universal del mundo. ¿Acaso una transacción engañosa y poco honrada no participa del mismo carácter que un asalto en un camino? ¡Ah, por más fe y una obediencia inalterable en las cosas comunes de la vida diaria! Estamos persuadidos de que la negligencia en estas cosas, si no algo peor que la negligencia, está en la raíz de mucha de nuestra debilidad.
Versículos 19-20. ¡Cómo la carne en nosotros buscaría la venganza! Pero estas son las palabras del Espíritu dirigidas a nosotros: «No os venguéis vosotros mismos, amados míos». ¿Acaso se vengó Aquel cuyo precioso nombre llevamos nosotros? El día de la venganza, del juicio sobre un mundo impío, llegará indefectiblemente, pero, ¿no somos seguidores de Aquel que restauró la oreja de Su enemigo? ¡Oh, que seamos más como Él! ¡Qué palabras más tiernas son éstas: «Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber». ¿Dónde encontraremos unas palabras así, fuera de las inspiradas Escrituras de verdad? Dejando al hombre a sí mismo, ¿actuará así? No, no, este es el precioso fruto del Espíritu. Que abunde en nosotros más y más.