Como ya fue mencionado en la introducción, la epístola contiene muy poca doctrina; en cambio, contiene muchas exhortaciones morales y prácticas relacionadas con la vida cristiana normal. Sin embargo, cabe recalcar que Pablo no empieza la epístola con estas exhortaciones, más bien afirma su preocupación personal por ellos como un nuevo grupo de conversos. En los tres primeros capítulos, Pablo confirma su amor por ellos y expresa sus propósitos para ellos en diferentes maneras. El objeto de este extenso preámbulo era establecer firmemente en los corazones y mentes de estos nuevos creyentes que realmente los amaba y que estaba muy interesado en su bienestar. Esto es esencial en el trabajo cristiano. Si aquellos a quienes queremos ayudar entienden que estamos verdaderamente interesados en su bienestar —y que no hay otros motivos ocultos— estarán más inclinados a recibir lo que tengamos que decir. En otras palabras, debemos ocuparnos de ganar la confianza de aquellos a quienes vamos a ministrar. Por tanto, desde el comienzo de nuestro trabajo debemos mostrar transparencia, de manera que vean nuestra sinceridad y entiendan las intenciones de nuestro ministerio hacia ellos.
Para ganar la confianza de aquellos a quienes ministramos, debemos dedicarnos genuinamente a ellos. Cuando vean nuestro propio sacrificio de tiempo, dinero y energía para su beneficio, ellos estarán inclinados a creer que estamos sinceramente interesados en ellos. El apóstol Pablo es un gran ejemplo de esto. Cuando él vivió entre lo efesios por tres años, no codició la plata, oro ni vestimenta de nadie, más bien trabajó con sus manos para cubrir sus necesidades propias y las de aquellos que estaban con él. Trabajó para sustentar a los débiles porque el Señor mismo nos enseñó que “más bienaventurada cosa es dar que recibir” (Hechos 20:33-35). Ganar la confianza de alguien toma tiempo, pero ayudar a la gente en formas prácticas nos abre puertas. Por ejemplo, si tenemos las habilidades, podemos ayudarles a arreglar algo en su casa, etc. Pablo ya tenía la confianza de los tesalonicenses, pero aun así invirtió tiempo en estos primeros capítulos de la epístola para edificar esta confianza y confirmar su amor y cuidado por ellos.
El siguiente es un breve bosquejo de las preocupaciones de Pablo por estos nuevos convertidos en los capítulos 1-3:
• Capítulo 1.— Las evidencias de su conversión.
• Capítulo 2.— La necesidad de líderes y modelos ejemplares.
• Capítulo 3.— La importancia de un ministerio de “seguimiento”.
La salutación
Versículos 1-2.— Pablo no menciona su apostolado en la salutación en ninguna de las epístolas a los tesalonicenses, como lo hace en muchas de sus otras epístolas. No quería acercarse a ellos con un discurso oficial, como si estuviera dando una comunicación autoritaria de parte de Dios, sino más bien buscó comunicarse en un nivel más personal como pastor o consejero.
Incluye a “Silvano y Timoteo” en su salutación. “Silvano” es la forma Griega de su nombre real —Silas—. El haber tomado este nombre es evidencia del hecho de que cuando este grupo de obreros cristianos salían al mundo a proclamar el evangelio, su hábito era adaptarse a la cultura de esas tierras extranjeras lo más que se pudiera —sin comprometer sus principios de santidad, etc.—. Esto hacían en un esfuerzo de ganarlos para el Señor. Era un principio con el cual Pablo trabajaba en cada uno de sus viajes misioneros. Él decía, “Heme hecho á los Judíos como Judío, por ganar á los Judíos; á los que están sujetos á la ley (aunque yo no sea sujeto á la ley) como sujeto á la ley, por ganar á los que están sujetos á la ley; a los que son sin ley, como si yo fuera sin ley, (no estando yo sin ley de Dios, mas en la ley de Cristo) por ganar á los que estaban sin ley. Me he hecho á los flacos flaco, por ganar á los flacos: á todos me he hecho todo, para que de todo punto salve á algunos” (1 Corintios 9:20-22). Esto muestra cuán profunda era la entrega que tenían estos obreros por la causa de llegar a los Gentiles con el evangelio. Silas era profeta (Hechos 15:32) y Timoteo era maestro (1 Timoteo 1:3; 4:6,13).
Al mencionar a “Silvano y Timoteo” no quería decir que eran coautores de esta carta, sino más bien que atestiguaban a la veracidad de lo que Pablo enseñó a “la iglesia de los Tesalonicenses”. Ya que esta epístola estaba dirigida a una asamblea, todo debía ser hecho “en la boca de dos ó de tres testigos” (2 Corintios 13:1; Juan 8:17). Por tanto, era apropiado que otros nombres estuvieran incluidos.
La Paternidad de Dios y el Señorío de Cristo
“Dios Padre y ... el Señor Jesucristo” son mencionados al principio de la epístola. Pablo quiere que los tesalonicenses sepan que están bajo el cuidado vigilante de estas Personas divinas. Dios Padre y el Señor Jesucristo no solo habían asegurado la salvación de los Tesalonicenses (1 Juan 4:14), sino que también estaban grandemente interesados en su progreso espiritual. El apóstol también expresó su deseo de que recibieran “gracia” y “paz” para que esto se cumpliera.
Es significativo que la Paternidad de Dios y el Señorío de Cristo sean mencionados por escrito a estos nuevos convertidos. Ocurre varias veces en la epístola, y no es por accidente. Pablo sabía que conocer a Dios como nuestro Padre y a Jesús como nuestro Señor en sentido práctico es esencial para el desarrollo y crecimiento.
Conocer a Dios como nuestro Padre es característico del cristianismo (Juan 14:7-10; Romanos 8:14-15; Gálatas 4:6) —incluso un niño en Cristo conoce al Padre (1 Juan 2:13)—. Esto es evidencia de que una persona tiene “vida eterna” —la cual es una bendición única al cristianismo (Juan 17:3)—. El Antiguo Testamento habla de Dios como “Padre” (Isaías 63:16; 64:8; Jeremías 3:4), pero no de la misma manera que los cristianos lo conocen como Padre. Pablo deseaba que estos queridos tesalonicenses aprovecharan completamente esta nueva relación que ahora tenían con Dios, y lo vieran a Él como su Padre para todas sus necesidades en el camino de la fe (Juan 16:23). Comunión con Dios el Padre es el terreno fértil sobre el cual las almas crecen en gracia.
Si va a haber un crecimiento espiritual, es también esencial que el Señorío de Cristo sea reconocido en la vida del creyente. Tener a Jesús como nuestro Salvador y tenerlo como nuestro Señor no son lo mismo. El primero es creer en Él y en lo que logró en la cruz para borrar nuestros pecados. Por ello, hemos sido salvados de la penalidad de nuestros pecados y fuimos hechos aptos para el cielo. El segundo tiene que ver con reconocer Su autoridad en nuestras vidas de una forma práctica. La lógica implicada en el Señorío de Cristo es que, ya que Él pagó un gran precio para redimirnos, nosotros en realidad ya no somos nuestros propios dueños (1 Corintios 6:19-20). Ahora le pertenecemos a Él, y nuestras vidas deben ser usadas para Su propósito. Siendo nuestro Señor, Él tiene el derecho de dirigir nuestras vidas en todo. El Señorío está estrechamente relacionado con el discipulado. Es una entrega que el creyente hace por su propia voluntad —y debería estar contento de hacerlo.
Muchos conocen a Jesús como su Salvador, pero relativamente pocos le tienen como su Señor. Podemos decir que Él es nuestro Señor —y ciertamente lo es por título y por derecho— pero nuestras vidas harán evidente si Él es nuestro Señor en forma práctica. Él dijo, “¿por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?” (Lucas 6:46). En el cristianismo normal, tal entrega de nuestras vidas a Su Señorío debería ocurrir en el momento en que somos salvos. Las Escrituras presentan la salvación y el Señorío como aspectos que deberían ir juntos cuando le recibimos en fe (Hechos 16:31; Romanos 10:9). Este fue el caso de Saulo de Tarso —el modelo de la conversión (Hechos 9:6; 1 Timoteo 1:16).
Este aspecto acerca del Señorío es importante porque si un creyente se aferra a dirigir su propia vida después de ser salvo —por ejemplo, ir a donde quiera ir, y hacer lo que quiera hacer— será un impedimento a su crecimiento y progreso en las cosas de Dios. Por lo cual, es significativo que Pablo enfatice el Señorío de Cristo en esta epístola. Usa el título “Señor” unas 25 veces en la primera epístola y otras 22 en la segunda epístola. De hecho, el título completo de “el Señor Jesucristo” es usado con más frecuencia en las epístolas a los tesalonicenses que en cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Esto nos enseña que el obrero cristiano debería enfatizar este tema en su labor con nuevos convertidos, ya que es esencial para la vida cristiana.
Versículo 2.— Habiendo saludado a los tesalonicenses, Pablo les dice que él y sus colaboradores daban “gracias” a Dios continuamente por los santos de Tesalónica, y hacían memoria de ellos en sus “oraciones”.
Los “signos vitales”
Versículos 3-10.— El capítulo 1 está lleno de reconocimiento hacia los creyentes de Tesalónica. Todos los cristianos necesitan ánimo, y en especial los nuevos convertidos. El que tiene el don de pastor, o cualquier persona que tenga el cuidado de nuevos conversos en su corazón, debe tener esto en mente, y debe dar palabras de aliento y elogio cuando es debido. Pablo, entonces, empezó elogiando a estos nuevos conversos por lo que él vio en ellos que eran signos evidentes de una verdadera conversión. Pablo enumera aquellas cosas que le daban plena confianza de que ellos eran verdaderamente salvos.
La realidad de la conversión es lo primero en lo que se debe asegurar alguien que trabaja con nuevos conversos. La gran pregunta que debe ser respondida al principio del trabajo con un nuevo creyente es, “¿esta persona es verdaderamente salva?, ¿realmente ya ‘pasó de muerte á vida’?” (Juan 5:24). Esto es muy importante porque una de las más exitosas “estratagemas” de Satanás (Efesios 6:11, traducción W. Kelly) es introducir falsos creyentes (aquellos que solo profesan tener fe en Cristo, pero no tienen una veracidad interior) entre aquellos que son verdaderos creyentes, con intenciones de impedir y corromper la obra de Dios.
Al parecer, cada vez que hay una nueva obra de Dios, la táctica de Satanás es sembrar “cizaña entre el trigo” (Mateo 13:25). Este, con seguridad, era el caso en la obra de los apóstoles en el libro de Hechos. Satanás buscó interferir en la obra de muchas maneras usando a simples profesantes. Como ejemplo tenemos a “Simón” (Hechos 8:13), a “una muchacha que tenía espíritu pitónico” (Hechos 16:16-18), y los “siete hijos de un tal Sceva” (Hechos 19:13-17), los cuales buscaron unirse a la obra de algún modo. Por tanto, podemos estar seguros de que donde hay una obra de Dios, el enemigo no estará lejos. Obviamente, si un obrero cristiano discierne que está tratando con un grupo mezclado de personas creyentes e incrédulas, necesitará insistir en las verdades del evangelio y la necesidad de una fe personal en Cristo para salvación.
Así como hay “signos vitales” que indican si una persona está viva físicamente —frecuencia cardíaca, presión arterial, etc.— también hay “signos vitales” que demuestran si una persona está viva espiritualmente. En este primer capítulo, Pablo habla de varios de estos signos que vio en los tesalonicenses, los cuales indicaban que había una obra real de Dios en sus almas. Era algo por lo que él daba gracias a Dios (versículo 2). Al hacerlo, el Espíritu de Dios nos da un esquema de las cosas que debemos buscar en las almas, las cuales indican que han sido verdaderamente salvas.
1) Fe en el Señor Jesús
Versículo 3.— Pablo comienza mencionando tres virtudes cristianas que él vio en los tesalonicenses. Estas son: fe, esperanza y amor. Estas cosas, en mayor o menor medida, están activas en la vida de todo creyente, y dan evidencia del hecho de que la persona es verdaderamente salva. Estas tres virtudes son nombradas juntas por lo menos diez veces en el Nuevo Testamento (1 Corintios 13:13; Gálatas 5:5-6; Efesios 1:15-18; 4:2-5; Colosenses 1:4-5; 1 Tesalonicenses 1:3; 5:8; Hebreos 6:9-12; 1 Pedro 1:3-8,21-22). No solo son grandes pruebas de la salvación de una persona, sino también son esenciales para el crecimiento espiritual y vida práctica del cristiano. Son fuentes que dan energía a la vida del nuevo cristiano y hacen que viva por aquello que es invisible y eterno, a lo que su fe se ha aferrado en Cristo. También forman un carácter cristiano sólido que será expresado en las acciones y caminos del creyente.
La primera de estas tres es “la obra de vuestra fe”. Nota: Pablo no habla solamente de la fe en sí, sino de la fe que se evidencia en “obra”. Esta es fe verdadera. Es decir, la fe real producirá evidencia de su existencia en la vida de una persona. Pablo enfatiza esto porque existe la “fe sin obras”, pero ésta, dice Santiago, es “muerta” (Santiago 2:20). Pablo no estaba insinuando que la gente puede ganar la salvación por sus obras, sino que la fe en la vida de una persona es verificada por medio de sus obras (Hechos 9:36; Efesios 2:10, etc.). Estas cosas no se hacen para ser salvos, sino que son el resultado cuando una persona es salva.
2) Amor por el Señor Jesús
Versículo 3b.— La fe se manifiesta a sí misma con las obras que demuestran que una persona tiene fe verdaderamente —sin embargo, el “amor” se expresa a sí mismo en el “trabajo” en sí—. Los cristianos sirven al Señor Jesucristo por causa de amor. Su trabajo para Él es motivado por amor a Él, no por obligación legal. Nuestro amor por el Señor Jesús es producido al entender y meditar en Su amor por nosotros —“nosotros le amamos á Él, porque Él nos amó primero” (1 Juan 4:19; 2 Corintios 5:14). Ya que los tesalonicenses eran conocidos por su “trabajo de amor”, era evidencia clara de que tenían una relación viva y real con el Señor Jesús por fe. Tal amor trabajará incesantemente para agradarle a Él.
3) Esperanza en la venida del Señor Jesús
Versículo 3c.— Los tesalonicenses también eran conocidos por su firme espera en el regreso de Cristo. Esta es la “esperanza” del cristiano. En la Escritura, la palabra “esperanza” no es usada de la misma forma que se usa comúnmente hoy en día. Usamos esa palabra regularmente para referirnos a algo que nos gustaría que aconteciera, pero no tenemos ninguna garantía de que acontezca. En la Biblia, la esperanza es una certeza aplazada; tiene expectativa interconectada con seguridad. Por lo tanto, estamos seguros de que el Señor viene porque la Escritura nos dice que Él vendrá otra vez, y nos tomará para Sí mismo (Juan 14:2-3).
Pablo había instruido a los tesalonicenses en cuanto a la venida del Señor, y habiéndolo creído, ellos aguardaban Su regreso diariamente. Por eso, la inminencia de la venida del Señor estaba muy presente en sus corazones. La prueba de que esto era real en ellos es evidenciada en su “tolerancia [perdurando en la constancia] de la esperanza”. No solo tenían esperanza, sino también “tolerancia” con su esperanza. Esto tiene que ver con perseverar en las pruebas y persecuciones que vienen en el camino de fe, de parte de aquellos que se oponen al cristianismo. Aquellos que no son reales no soportarán las dificultades relacionadas con la vida cristiana y se apartarán. El Señor nos dio un ejemplo: “ ... el que oye la palabra, y luego la recibe con gozo. Mas no tiene raíz en sí, antes es temporal que venida la aflicción ó la persecución por la palabra, luego se ofende” (Mateo 13:20-21). Por tanto, la aflicción y adversidad manifiestan cuál es el verdadero estado del alma de una persona. Con el tiempo esto saldrá a luz, ya que es una gran prueba de la realidad.
El hecho de que estos queridos creyentes soportaran las tribulaciones y persecuciones conectadas con su esperanza demostraba que ellos eran reales. No esperaban una mejora en las condiciones políticas del mundo, o en alguna otra cosa entre los hombres del mundo —su esperanza estaba en nuestro “Señor Jesucristo” y en ser llevados fuera de este mundo en Su venida—. Pablo añade, “delante del Dios y Padre nuestro”. Esto indica que él podía ver que el propósito de Dios en salvarlos estaba definitivamente siendo llevado a cabo bajo la cuidadosa mirada de Dios mismo.
Versículo 4.— Habiendo mencionado estos tres primeros signos vitales, Pablo concluye diciendo, “sabiendo, hermanos amados de Dios, vuestra elección”. Todas estas cosas daban a Pablo la absoluta confianza de que ellos eran verdaderamente elegidos de Dios.
Estas virtudes son ilustradas (como tipos) en tres de los fieles seguidores de David:
• “Jonathán” exhibió la “obra de fe” (1 Samuel 13).
• “Ittai” exhibió el “trabajo de amor” (2 Samuel 15:19-22).
• “Mephi-boseth” exhibió la “tolerancia de la esperanza” (2 Samuel 19:24-30).
La iglesia en Éfeso se caracterizaba por tener “obras”, “trabajo” y “paciencia” (Apocalipsis 2:1-7), pero no hay mención de que tuvieran “fe”, “esperanza” y “amor” que acompañaran tales cosas (Hebreos 6:9-12). Esto indica que iban en el camino cristiano, haciendo todas las cosas externas que los cristianos deben hacer, pero les faltaba el ímpetu que impulsa tal vida. Cuando este es el caso, no suele pasar mucho tiempo para que la vida cristiana se convierta en un deber, en vez de un privilegio. Cuando así sucede, los principios y prácticas se abandonan, y comienza una declinación. Por lo tanto, es absolutamente necesario mantener encendida nuestra vida interior con el Señor a través de la comunión con Él. Se ha dicho en varias ocasiones que no hay sustituto para la comunión diaria con el Señor —ésta es el “salvavidas” del creyente—. Si algo viene a interrumpir esa comunión (es decir, el pecado), Dios ha dado provisión para que el creyente recupere su comunión a través del juicio propio y la confesión de sus pecados al Padre (1 Corintios 11:31; 1 Juan 1:9). Esto es algo que se debe enfatizar a los nuevos convertidos. Sin esa comunión, nuestras vidas cristianas se descarrilarían rápidamente.
4) Obediencia a la Palabra de Dios
Versículos 5-7.— Otro aspecto que Pablo vio en los creyentes tesalonicenses era su obediencia a la Palabra de Dios. Por lo regular, esta es una clara señal que indica si una persona es realmente o no un creyente. La Palabra había sido predicada por Pablo y sus colaboradores con “potencia” del “Espíritu Santo” y “en gran plenitud”, y los tesalonicenses la creyeron y la recibieron. Esto no era un mero conocimiento intelectual de la verdad, sino una experiencia que cambió sus vidas. Ésta alteró el curso de sus vidas. Su obediencia fue evidenciada por el hecho de que se convirtieron en “imitadores” de Pablo y de sus colaboradores —“y del Señor” (versículo 6)—. Puede parecer extraño que Pablo mencionara que se convirtieron en imitadores de él y de sus colaboradores antes de mencionar que eran imitadores del Señor. Normalmente, pensaríamos que es al revés. Pero Pablo simplemente agregó la frase, “y del Señor” para mostrar que la verdadera Fuente a quien imitaron era el Señor mismo. Este cambio en la vida de los tesalonicenses fue tan riguroso que se convirtieron en “ejemplo” de lo que los cristianos deben ser. Los santos en Macedonia y Acaya (norte y sur de Grecia) claramente vieron la evidencia de su conversión (versículo 7).
Como regla general, si una persona profesa haber creído en el Señor Jesucristo como su Salvador, pero no hay un deseo de alterar el curso de su vida para seguir al Señor en obediencia a la Palabra, es claro que la voluntad de esa persona no ha sido quebrantada. Hay una posibilidad real de que esa persona no haya sido verdaderamente salva. Todo obrero cristiano necesita estar consciente de esto y proceder con cuidado cuando trate con alguien que no manifieste este “signo vital” de vida divina. El Señor dijo, “Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20).
5) Gozo en el Espíritu Santo
Versículo 6.— La obediencia de los tesalonicenses a la Palabra de Dios se combinaba “con gozo del Espíritu Santo”. Esta es otra señal de su autenticidad, ya que la verdadera felicidad siempre acompaña a la verdadera obediencia (Proverbios 29:18; Juan 13:17). Aunque había “mucha tribulación” en la forma de persecución que se llevó a cabo contra ellos por su fe, sufrieron todo eso por Cristo “con gozo”. La persecución era principalmente de parte de los judíos incrédulos de esa región (1 Tesalonicenses 2:14-15). Si una persona está dispuesta a sufrir por sus creencias, es evidente que está convencida de ellas, y que es creyente de verdad.
6) Propagando el evangelio
Versículo 8.— Los tesalonicenses no sólo creían el evangelio, sino que también se convirtieron en mensajeros de él. Pablo dijo, “Porque de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor no sólo en Macedonia y en Acaya, mas aun en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido”. Estaban tan convencidos de lo que habían creído que querían compartir las buenas nuevas con otros. Dondequiera que fuesen, “divulgaban” el evangelio a otros.
Es interesante notar que no hay mención aquí (ni en ningún otro lugar en el Nuevo Testamento) de que estos nuevos cristianos hayan sido entrenados en algún seminario y hayan sido ordenados antes de que fueran predicadores de “la palabra del Señor”. Tampoco habla la Escritura de personas que prediquen bajo el patrocinio y dirección de un grupo misionero. Aunque estas instituciones que caracterizan el evangelismo actual tengan las mejores intenciones, tienden a atar al siervo de Dios. (Si una persona quiere el apoyo financiero de parte del grupo misionero, debe ir a donde le envían y hacer el trabajo que le dan. Y puede desarrollarse un conflicto cuando el siervo siente que el Señor le dirige por otro lado). La Escritura enseña que todo cristiano es un siervo, y que todo siervo debe mirar al Señor para ser directamente guiado por Él en su obra por el Espíritu Santo, y ninguna persona o institución debe interponerse (Hechos 13:1-4).
7) Arrepentimiento y separación del mal
Versículo 9.— Habiendo recibido a Cristo y probado lo bueno de su nueva relación con Él, los tesalonicenses pronto se alejaron de la participación en el pecado de la idolatría y del estilo de vida que llevaban antes de su conversión. Pablo dice, “os convertisteis de los ídolos á Dios, para servir al Dios vivo y verdadero. Y esperar á su Hijo de los cielos”. Esto muestra que había un arrepentimiento genuino en ellos, y es otra señal convincente de que su conversión a Dios era real. Esto debe estar presente en toda conversión.
Por el contrario, si una persona profesa tener fe en Cristo, pero no abandona sus pecados y estilo de vida que llevaba antes de convertirse, demuestra que no ha habido un arrepentimiento real en el individuo. Esto puede ser una señal de que la persona no es un verdadero creyente. El arrepentimiento no es salvación, pero no hay salvación sin arrepentimiento. Ambas cosas van juntas, como Pablo indicó a los ancianos de Éfeso —“arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21; Lucas 13:3,5). Las predicaciones modernas promueven la fe en Cristo, pero no suelen enfatizar el arrepentimiento. Esto se debe a que el enfoque de las predicaciones de hoy en día está en conseguir el mayor número posible de profesiones de fe, y el arrepentimiento (que toca la conciencia del hombre e insiste en un cambio en la vida de una persona) no es popular ni deseado entre la mayoría de las personas. Por eso, los predicadores modernos tienden a restarle importancia.
Es de notar que Pablo no indica que él les haya dicho que dejaran sus ídolos; al parecer fue algo que hicieron voluntariamente. Habiendo verdaderamente nacido de nuevo y, por tanto, adquirido vida divina, ellos instintivamente supieron que aquellas cosas eran inconsistentes con la adoración del “Dios vivo y verdadero”. Observemos el orden de esto: se convirtieron de los ídolos a Dios. El gozo que tenían por la salvación de sus almas llenaba tanto sus corazones que opacaba cualquier deseo por un ídolo.
Hoy en día, en estas tierras tan progresivas, la gente aún se inclina y adora a imágenes hechas de madera o de piedra, al igual que lo hacía la gente en los tiempos bíblicos. Sin embargo, la idolatría va más allá —puede ser más sofisticada y refinada—. En principio, idolatría es cualquier cosa que capta el interés de una persona, hasta el punto en el que se convierte en un ardiente devoto de ella y le exige cada vez más atención. Alguien que ha permitido que un ídolo entre en su corazón (Ezequiel 14:3) usualmente será la última persona en darse cuenta, porque uno de los efectos de la idolatría es que el idólatra es cegado (Salmo 115:4-8). Para los cristianos, un ídolo es cualquier cosa que se interponga entre nuestro corazón y el Señor, y compita por nuestro afecto. Los cristianos debemos tener cuidado con esto. Por tanto, el apóstol Juan advirtió, “Hijitos, guardaos de los ídolos” (1 Juan 5:21).
Versículo 10.— Los tesalonicenses no solo se volvieron a Dios y dejaron los ídolos, sino que también hicieron un esfuerzo especial para “servir al Dios vivo y verdadero”. Se entregaron a propagar el evangelio y ministrar a los santos, etc. —¡aun siendo ellos nuevos cristianos!—. Tenían un nuevo enfoque y una nueva ocupación en sus vidas. También tenían una nueva visión y esperanza —“esperar á Su Hijo de los cielos”—. Pablo les había enseñado que el Señor vendría para llevarlos a casa en el cielo (el Arrebatamiento), y ellos vivían en la inminencia de este hecho. También les enseñó que el Señor es quien “nos libró de la ira que ha de venir”, lo que es la esperanza correcta de la Iglesia. Por tanto, ellos (correctamente) esperaban ser sacados de este mundo en el Arrebatamiento antes de que la ira de Dios cayera sobre el mundo (Romanos 5:9).
Cada capítulo en esta epístola concluye con una referencia a la venida del Señor.
El Arrebatamiento y la Revelación (Aparición) de Jesucristo
Capítulo 1:10 es la primera mención de la venida del Señor en la epístola. Ninguna otra epístola habla de ello con tanta frecuencia. La Escritura nos indica que hay dos fases distintas de la venida del Señor. Si esto no es comprendido, el creyente estará confundido y tendrá ideas erróneas sobre este tema tan importante. La principal diferencia es:
• La primera fase de Su venida consiste en el Señor llevando a Sus santos al cielo en un estado glorificado. Esto involucrará el levantar de los santos del Antiguo y Nuevo Testamento de entre los muertos en un estado glorificado, y la transformación de los santos vivos a un estado glorificado, y entonces llevarlos juntos al cielo (Mateo 25:6,10-13; Juan 14:2-3; 1 Corintios 15:23,51-56; Filipenses 3:20-21; 1 Tesalonicenses 4:15-18; 2 Tesalonicenses 2:1; 3:5; Tito 2:13; Hebreos 9:28; 10:37; 11:40; Apocalipsis 1:7; 3:10-11; 22:20). Esta fase ha sido llamada el Arrebatamiento —una palabra tomada del latín, que quiere decir “llevados arriba”.
• La segunda fase consiste en el Señor trayendo con Él del cielo a los santos glorificados, cuando Él aparezca para juzgar al mundo en justicia y establecer Su reino milenario (Mateo 24:27,30,36-41; 25:31; 26:64; 1 Tesalonicenses 3:13; 4:14; 2 Tesalonicenses 1:7-10; 2:8-9; Judas 14-15; Apocalipsis 11:15; 14:14-16; 16:15; 19:10-21). Esta fase es “cuando se manifestará el Señor Jesús” (Mateo 24:30; Colosenses 3:4; 2 Tesalonicenses 1:7; 2:8; 2 Timoteo 4:1,8; Tito 2:13; 1 Pedro 1:13) y “cuando Él apareciere” (1 Juan 3:2).
Los santos del Antiguo Testamento sabían de la Revelación —la Aparición— (Isaías 30:27-28; Judas 14-15; Zacarías 14:5), pero no sabían del Arrebatamiento y de la glorificación de los santos, los cuales son revelados solamente en el Nuevo Testamento (1 Corintios 15:51-56; Filipenses 3:20-21; 1 Tesalonicenses 4:15-18). Aunque el Señor vendrá del cielo en ambas ocasiones, el Arrebatamiento y la Revelación de Jesucristo ocurrirán en diferentes momentos. Algunas de las diferencias son:
• El Arrebatamiento ocurrirá cuando el Señor venga por Sus santos (Juan 14:2-3); la Aparición de Cristo ocurrirá cuando Él venga con Sus santos, quienes fueron llevados al cielo en el Arrebatamiento (1 Tesalonicenses 3:13; 4:14; Judas 14; Zacarías 14:5).
• El Arrebatamiento sucederá antes de que el período de siete años de tribulación comience (Apocalipsis 3:10), y la Aparición de Cristo ocurrirá “después de la aflicción [tribulación] de aquellos días” (Mateo 24:29-30).
• El Arrebatamiento puede llevarse a cabo en cualquier momento (Mateo 25:13), pero la Aparición de Cristo no sucederá hasta por lo menos siete años después del Arrebatamiento (Colosenses 3:4).
• En el Arrebatamiento, el Señor vendrá secretamente, “en un abrir de ojo” (1 Corintios 15:52); en Su Aparición, Él vendrá públicamente, “y todo ojo Le verá” (Apocalipsis 1:7).
• En el Arrebatamiento, Él vendrá a liberar a la Iglesia (1 Tesalonicenses 1:10); en Su Aparición, Él vendrá a liberar a Israel (Salmo 6:1-4). La Iglesia será librada de entrar en la Tribulación (Apocalipsis 3:10), mientras que los judíos sí pasarán por ella, pero serán liberados al final, cuando el Señor ponga fin a la Tribulación.
• En el Arrebatamiento, Él vendrá en el aire por Su Iglesia porque se trata de Su pueblo celestial (1 Tesalonicenses 4:15-18); en Su Aparición, Él volverá a la tierra (el Monte de los Olivos) por Israel porque se trata de Su pueblo terrenal (Zacarías 14:4-5).
• En el Arrebatamiento, Él llevará a los creyentes fuera de este mundo, dejando a los impíos atrás (Juan 14:2-3); en Su Aparición, los impíos serán llevados fuera del reino de los cielos para ser juzgados, y los creyentes (aquellos que fueron convertidos por el evangelio del reino que será predicado durante la Tribulación) permanecerán para disfrutar bendición en la tierra (Mateo 13:41-43; 25:41).
• En el Arrebatamiento, Él vendrá para librar a Sus santos (la Iglesia) de “la ira que ha de venir” (1 Tesalonicenses 1:10); en Su Aparición, Él vendrá a “herir” (Apocalipsis 19:15).
• En el Arrebatamiento, el Señor vendrá como “el Esposo” (Mateo 25:10), pero en la Aparición, Él vendrá como “el Hijo del hombre” (Mateo 24:30,37,39,44, etc.).
• En el Arrebatamiento, Él vendrá como “la Estrella resplandeciente, y de la mañana” que sale justo antes del amanecer (Apocalipsis 22:16); en Su Aparición, Él vendrá como el “Sol de justicia”, que es el amanecer (Malaquías 4:2).
• En el Arrebatamiento, Él vendrá sin señales, porque el cristiano camina por fe y no por vista (2 Corintios 5:7); en la Aparición, habrá muchas señales de Su venida, porque los judíos buscan señal (Lucas 21:11,25-27; 1 Corintios 1:22).
El Arrebatamiento y la Revelación (Aparición) son vistos por la Teología Reformada como un solo evento, y esta enseñanza ha traído a la profesión cristiana mucha confusión en cuanto a Israel y la Iglesia. No hay manera de que estos dos eventos puedan ocurrir al mismo tiempo ya que la Escritura indica ciertos sucesos que tendrán lugar entre los dos eventos. Por ejemplo, cuando el Señor venga y nos lleve, Él nos llevará a la “casa del Padre” y nos introducirá formalmente en esa escena celestial (Juan 14:2-3). Poco después, pasaremos por la evaluación del “tribunal” (2 Corintios 5:10). Posteriormente, habrá un tiempo de adoración “alrededor del trono” en el cielo (Apocalipsis 4-5). Luego, habrán “las bodas del Cordero” y “la cena” que le sigue (Apocalipsis 19:6-10). Es hasta después de estos eventos que el Señor vendrá del cielo con nosotros en Su Aparición (Apocalipsis 19:11-21). Si mezclas el Arrebatamiento con la Aparición haciéndolos un solo evento, no queda lugar para que suceda todo lo mencionado.
Otro concepto erróneo que los cristianos tienen acerca de la venida del Señor es pensar que Él vendrá como “ladrón de noche” en el Arrebatamiento. Sin embargo, una mirada cuidadosa a las Escrituras nos muestra que cada vez que ese término es usado, es en conexión con la Aparición (Mateo 24:43-44; Lucas 12:39-40; 1 Tesalonicenses 5:2; 2 Pedro 3:10; Apocalipsis 3:3; 16:15). En el Arrebatamiento, el Señor vendrá a llamar a Su Iglesia, que es Su esposa (1 Tesalonicenses 4:15-18, etc.). En esta ocasión viene como “el Esposo” (Mateo 25:6-10) —no como “ladrón”—. ¡El venir como ladrón no es la manera de tomar una esposa! Además, los pasajes que tienen que ver con la venida del Señor como ladrón hablan de Él ejecutando juicio sobre el mundo. Esto prueba que se refiere a la Revelación (Aparición) y no al Arrebatamiento, porque no hay juicio sobre el mundo en el Arrebatamiento; es un silencioso arrebatamiento de los creyentes para sacarlos del mundo.
Por ejemplo, Mateo 24:43-44 relaciona la venida del Señor como ladrón con Su venida como “el Hijo del hombre” —la cual es la manera en la que Él es presentado en la Escritura cuando actúa en juicio (Daniel 7:13; Juan 5:27; Apocalipsis 1:13-16)—. Él nunca es mencionado como el Hijo del Hombre en relación con la Iglesia. Ese título ni siquiera es usado en las epístolas que instruyen y van dirigidas a la Iglesia. (Hebreos 2:6 es una referencia del Antiguo Testamento). 1 Tesalonicenses 5:2 dice que “el día del Señor vendrá así como ladrón de noche” con “destrucción repentina” sobre el mundo de los incrédulos. 2 Pedro 3:7-10 relaciona Su venida como ladrón con “el día del juicio”. Apocalipsis 16:15-16 nos dice que cuando el Señor venga como ladrón, será para juzgar a los ejércitos que se reunirán en el “Armagedón”. Además, ¡la parábola en Lucas 12:36-39 indica que la venida del Señor como Ladrón es después de que suceda “la boda”! No puede referirse al Arrebatamiento, porque de ser así, ¡la Iglesia se hubiera perdido su propia boda!