9) Fracaso en el mantenimiento de la sana doctrina: Capítulo 15

1 Corinthians 15:1‑58
La asamblea local es responsable de defender la sana doctrina
El apóstol pasa a enfatizar la importancia de que la asamblea local mantenga la sana doctrina. La asamblea, como casa de Dios, debe ser “columna y apoyo de la verdad” (1 Timoteo 3:15). Como “columna”, debe dar testimonio de toda la enseñanza de Dios sosteniéndola; como “apoyo”, debe sostener la verdad por medio de la piedad práctica en la vida de los santos. Lamentablemente, los corintios estaban desviados en esto. Algunos de ellos habían abandonado la doctrina fundamental de la resurrección y muchos otros carecían de piedad práctica.
Abandonar esta gran piedra angular de la fe cristiana era algo serio, porque cortaba el fundamento mismo sobre el que estaban. “Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el justo?” (Salmo 11:3). Tal vez vino a través de la influencia de los saduceos que niegan la resurrección (Mateo 22:23; Hechos 23:8). Cualquiera que haya sido la fuente, definitivamente era peor que lo que “Himeneo y Fileto” estaban proponiendo (2 Timoteo 2:17-18). Estos dos maestros errados no negaban la resurrección, pero tenían la cronología de los eventos concernientes a la resurrección en un orden equivocado. Enseñaban que la resurrección ya había pasado. Los corintios, sin embargo, estaban sosteniendo algo mucho peor: ¡estaban negando la resurrección por completo! El apóstol sabiamente dejó este error, el más grave de todos, para corregirlo al final de su epístola. El capítulo comienza con la muerte de Cristo y termina con Su venida.
El Evangelio se basa en la resurrección de Cristo
Versículos 1-2.— Les vuelve a “declarar” los primeros principios del evangelio. Les aseguró que los que verdaderamente habían “recibido” el evangelio eran “salvos”. Pero añade: “...si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano”. Esto era para la conciencia de aquellos que eran meros profesantes entre ellos que habían dejado ir la enseñanza de la resurrección. Retener la verdad del evangelio prueba la realidad de la fe de una persona. Un verdadero creyente se aferrará a los fundamentos del evangelio, pero el mero profesante puede que no. Abandonar algo tan fundamental como la resurrección, pone en duda si tal persona es realmente salva. Lo que Pablo estaba diciendo es que el que manipula los fundamentos del evangelio corta el mismo suelo bajo sus pies sobre el cual profesa estar parado. Estaba diciendo: “¿Estás seguro de que realmente quieres negar la resurrección? Pues hacer así sólo prueba que nunca fuiste salvo en primer lugar”.
Un cristiano puede llegar a tener defectos en algunos puntos de la enseñanza y renunciar a algo que una vez sostuvo, pero no renunciará a las piedras angulares de la fe. Sólo un apóstata haría eso. Nótese: el apóstol no está diciendo que si alguien no “retiene” la enseñanza del evangelio perdería su salvación, sino que si alguien no “retiene” los fundamentos del evangelio es porque nunca fue salvo en primer lugar. Por lo tanto, si la resurrección fuera sólo un mito, entonces la creencia de los corintios era “en vano” porque todo lo que habían recibido en el cristianismo dependía de ella. No era que fueran deficientes en la fe, sino que estaban equivocados en lo que creían. Creer algo “en vano” es creer algo que no es cierto.
El hecho de la resurrección
El apóstol se dispone a probar la realidad de la resurrección señalando cuatro cosas:
1) Resurrección atestiguada por las Escrituras
Versículos 3-4.— Comienza con la prueba más autoritaria de todas: las Sagradas Escrituras. Se estaba refiriendo, por supuesto, a las Escrituras del Antiguo Testamento, ya que el Nuevo Testamento aún no se había escrito. Dice: “Cristo fué muerto por nuestros pecados conforme á las Escrituras”. Y luego: “Resucitó al tercer día, conforme á las Escrituras”. No se molesta en citar los diversos pasajes, pues ellos, llenos de todo conocimiento (capítulo 1:5), los conocían.
Sin embargo, el Antiguo Testamento abunda en pasajes que nos dicen que el Mesías moriría y resucitaría. Sería un Mesías con sufrimientos antes de ser un Mesías reinante. Hay más de 25 profecías del Antiguo Testamento que tienen su cumplimiento en la muerte y resurrección de Cristo (Salmos 16:10-11; 18:4-5; 22:15,21b; 31:1-5; 102:24; Isaías 53:9-11, etc.). Sólo un infiel negaría las Escrituras. “Las palabras de Jehová, palabras limpias; plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces” (Salmo 12:6). “El cielo y la tierra pasarán, mas Mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). “Para siempre, oh Jehová, permanece Tu palabra en los cielos” (Salmo 119:89).
Cuatro hechos fundamentales del Evangelio
1) “Cristo fué muerto por nuestros pecados”: para quitar nuestros pecados (1 Juan 3:5).
2) “Fué sepultado”: para que nosotros seamos quitados de en medio (Romanos 6:5-6; Gálatas 2:20).
3) “Resucitó”: para traernos a una nueva posición ante Dios (Romanos 4:25–5:2).
4) “Apareció”: para ser objeto de nuestra fe (Juan 20:20).
Doce razones por las que dios resucitó al Señor Jesús de los muertos
1) Cumplir las Escrituras (1 Corintios 15:3-4).
2) Demostrar que el Señor Jesús es el Hijo de Dios (Romanos 1:4).
3) Poner un sello de aprobación a la obra consumada del Señor en la cruz (1 Pedro 1:21).
4) Que el Señor fuese presentado como objeto de fe para la salvación (Romanos 10:9).
5) Para nuestra justificación (Romanos 4:25).
6) Para que el Señor sea la Cabeza de la raza de la nueva creación (Colosenses 1:18).
7) Para que el Señor pudiera llevar a cabo Su intercesión sumo-sacerdotal actual (Romanos 8:34; Hebreos 7:25).
8) Para que demos fruto a Dios en nuestras vidas (Romanos 7:4).
9) Para que el Señor sea las primicias de los que duermen (1 Corintios 15:20).
10) Fortalecer la fe de Sus discípulos para que dieran testimonio de Él (Hechos 2:32-36).
11) Demostrar el poder de Dios para traer el reino según las promesas del Antiguo Testamento (Efesios 1:19-20).
12) Para dar seguridad a todos los hombres del juicio venidero (Hechos 17:31).
2) Resurrección atestiguada por testigos oculares
Versículos 5-28.— El apóstol procede a dar varios fieles testigos oculares que vieron al Señor después de que resucitó de los muertos, confirmando así la resurrección. Todas estas apariciones ocurrieron en un período de “cuarenta días” después de la resurrección del Señor (Hechos 1:3). Se las ha llamado cristofanías. Nótese que no menciona las apariciones del Señor a las mujeres (Mateo 28:9-10; Juan 20:11-18). No es que no se pudiera confiar en ellas, sino que no corresponde a las hermanas ser testigos públicos del testimonio cristiano.
Seis testigos
1) Versículo 5a.— “Cefas”. Esto fue en referencia a la restauración privada de Pedro al Señor.
2) Versículo 5b.— “Los doce”. Se trata de un término administrativo y no del número real de apóstoles. En realidad, el Señor sólo se apareció a diez de los apóstoles en esta ocasión (Lucas 24:36-48; Juan 20:19-23). Judas se había ahorcado y Tomás no estaba presente. Además, Matías no fue elegido hasta que se completaron todas las apariciones del Señor en la resurrección. Los otros diez ocupaban el cargo administrativo del apostolado en ese momento, lo que significa “los doce”.
3) Versículo 6.— “Quinientos hermanos”. Se trataba, al parecer, de creyentes galileos.
4) Versículo 7a.— “Jacobo”.
5) Versículo 7b.— “Todos los apóstoles”.
6) Versículo 8.— “Me apareció á mí (Pablo).
Efectos prácticos de la doctrina de la resurrección
Versículos 8-10.— En caso de que alguien piense que la verdad de la resurrección es meramente un credo formal del cristianismo que no tiene relación práctica con la vida cristiana, Pablo hace una digresión para mostrar que tal noción es falsa. La doctrina de la resurrección de Cristo tiene un gran poder práctico para transformar vidas. Cambió radicalmente la vida de Pablo.
Versículo 8.— Le transformó. Su llamamiento fue tal que “nació fuera del tiempo debido” (Hechos 9:1-9, traducción King James). Esto es una referencia a que nació prematuramente antes de que un remanente de la nación de Israel creyera en Él en un día venidero. Fue uno de los que “confiaron de antemano” en Cristo (Efesios 1:12, traducción King James).
Versículo 9.— Produjo humildad en él. Su valoración sobre sí mismo era que “no era digno de ser llamado apóstol”.
Versículo 10a.— Le dio un profundo sentido de aprecio por la gracia de Dios. Dijo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”.
Versículo 10b.— Le produjo un ardiente deseo de servir al Señor con toda su energía. Dijo: “He trabajado más que todos ellos”.
Versículo 11.— Le dio poder al mensaje del evangelio que predicaba para que las almas sean llevadas a creer. La conversión de los corintios fue un ejemplo. Dice: “...y así habéis creído”.
Las graves consecuencias de negar la resurrección
Versículos 12-19.— Pablo pasa a exponer las graves consecuencias de negar la resurrección. Las repercusiones son devastadoras. (Nótese los siete “si” en estos versículos). Si no hay resurrección:
1) Las Escrituras no son verdaderas (versículo 12).
2) Cristo mismo no ha resucitado y, por tanto, no tenemos Salvador (versículo 13).
3) La predicación de los apóstoles y la fe de los corintios eran vanas: habían creído en una fábula (versículo 14).
4) Los apóstoles eran falsos testigos en los que no se podía confiar (versículos 15-16).
5) Los corintios seguían en sus pecados ante Dios, y por lo tanto, se dirigían a una eternidad de perdición (versículo 17).
6) Los santos que dormían perecieron (versículo 18).
7) Los cristianos serían los más miserables, al no tener esperanza en este mundo (versículo 19).
Los resultados de gran alcance de la resurrección
Versículos 20-28.— A continuación abre un paréntesis en el que traza los resultados de gran alcance de la resurrección (véase la traducción J. N. Darby). Muestra que Dios no sólo vencerá a la muerte mediante la resurrección, sino que también vencerá la causa de la muerte, que es el pecado.
No sólo Cristo ha resucitado de los muertos, sino que también todos los hombres resucitarán de los muertos, tanto los salvados como los perdidos. Utiliza dos términos para indicar esto; habla de la resurrección de entre los muertos” (versículo 20, traducción J. N. Darby) y “la resurrección de los muertos” (versículo 21). La resurrección de entre los muertos también se llama “la primera resurrección” (Apocalipsis 20:5), y “la resurrección de los justos” (Lucas 14:14), e implica sólo a las personas justas. Hay por lo menos diez relatos en las Escrituras de personas que fueron resucitadas de los muertos, pero ninguna de ellas era del orden de la primera resurrección (1 Reyes 17:21-22; 2 Reyes 4:34-36; 13:20-21; Mateo 9:24-25; 27:52-53; Lucas 7:11-15; Juan 11:38-44; Hechos 9:36-41; 14:19-20; 20:9-12). Los que resuciten de entre los muertos en la primera resurrección lo harán en una condición glorificada (Filipenses 3:21). Cada uno de estos diez relatos mencionados de personas que fueron resucitadas de los muertos, murieron de nuevo, y, por lo tanto, esperan la resurrección.
La primera resurrección tiene tres fases: Cristo ha sido resucitado primero como “las primicias” (versículo 23; Hechos 26:23). La segunda fase ocurrirá en Su venida (el Arrebatamiento), cuando resucite a los justos que han muerto a lo largo del tiempo: “los que son de Cristo, en Su venida” (versículo 23; 1 Tesalonicenses 4:15-18). La tercera fase involucra a aquellos que morirán como mártires durante el período de la Tribulación. Serán resucitados al final de la Gran Tribulación (Apocalipsis 6:9-11; 14:13).
La resurrección “de” los muertos es un término que habla de la resurrección de una manera general, que incluye a los perdidos. Dice: “En Cristo todos serán vivificados” (versículo 22). Los perdidos resucitarán al final de los tiempos (después del Milenio) y serán juzgados entonces (Apocalipsis 20:11-15).
Cuando llegue “el fin” de los tiempos (versículo 24), es decir, después del Milenio, el Señor entregará el reino a Dios en un estado de perfección. Ni Adán, ni Moisés, ni Salomón, ni Israel, ni la Iglesia, han mantenido el testimonio que les fue encomendado. Cada vaso de testimonio a través de los tiempos se ha roto y ha fallado. Sólo habrá Un Administrador fiel de lo que ha sido puesto en Su mano: Cristo. Habiendo recibido el reino de parte de Dios (Lucas 19:12), Él mantendrá perfectamente la gloria de Dios en él durante 1000 años (Isaías 32:1). Luego, cuando el tiempo haya llegado a su fin, se lo devolverá a Dios, no sólo en las mismas condiciones en que lo recibió, sino con una gloria mayor. Cuando Él reciba el reino, no todos los enemigos serán derribados, sino que, habiéndolo entregado en Su mano, los pondrá a todos bajo Sus pies. “Todo imperio, y toda potencia y potestad” en el cielo y en la tierra serán tratados en justicia por Cristo. La misma “muerte” será el último enemigo en ser eliminado (versículo 26). El Señor no devolverá el reino a Dios hasta que lo haya llevado a un estado de perfección. Este será el fruto de la reconciliación en su sentido más pleno (Colosenses 1:20). ¿Podríamos imaginar que Él entregara a Dios un estado de cosas imperfecto? Al final, Él creará unos cielos y una tierra nuevos en los que todo lo creado quedará libre de los efectos del pecado (2 Pedro 3:12-13; Apocalipsis 21:1-8).
Aquel Día de Dios, el reino será entregado al Padre para que el Hijo sea libre de dedicarse plenamente a Su esposa (Apocalipsis 21:2). Ser Hombre para siempre significará que estará “sujetó á Él” (Dios) para siempre (versículo 28).
3) La resurrección atestiguada en las convicciones de los cristianos piadosos
Versículos 29-34.— El apóstol reanuda su argumentación a favor del hecho de la resurrección planteando algunas preguntas. Estas giran en torno a las convicciones de los cristianos piadosos y sinceros.
Al hablar de ser “bautizado por [en lugar de] los muertos”, Pablo no estaba enseñando que si una persona moría en sus pecados podía ser ayudada por alguien que fuera bautizado en su nombre. Si las Escrituras enseñan que una persona no puede salvarse a sí misma siendo bautizada (1 Pedro 3:21), entonces con certeza no puede salvar a alguien más a través de ese acto. Los “muertos” referidos aquí no son personas perdidas, sino cristianos que han terminado su vida de servicio en testimonio para el Señor y han ido a estar con Él. Los que estaban siendo bautizados “en lugar de” los muertos eran nuevos creyentes que estaban siendo salvos y entrando en las filas del testimonio cristiano en lugar de los que habían muerto. El bautismo es la manera formal en que alguien toma su lugar en las filas cristianas.
En aquellos días, había una alta probabilidad de que si uno recibía a Cristo como su Salvador, y era bautizado para Cristo, podía morir como mártir. Pablo menciona este riesgo en su vida, diciendo: “Cada día muero”. Se refería a su encuentro con hombres violentos en Éfeso, a los que llama “bestias” (Hechos 19:23-41; 1 Corintios 16:8-9). Se refería a su exposición diaria a la muerte física, y no a una muerte experimental de aplicación en su alma, como algunos han pensado erróneamente. No se exhorta a los cristianos a morir; están muertos posicionalmente (Romanos 6:2,8).
Lo que Pablo estaba diciendo es que existía una posibilidad muy real de morir al ocupar el lugar del testimonio cristiano. Su pregunta era: “¿Por qué querría alguien entrar en ese lugar y probablemente morir, si no hay esperanza después de la muerte? ¿Por qué querría alguien poner su vida en ‘peligro’ si no hubiera nada más allá de esta vida por lo que vivir? ¿Por qué entonces los creyentes estarían dispuestos a soportar persecuciones y hacer sacrificios?”.
Lo que quiere decir el apóstol es que la convicción de los cristianos de estar dispuestos a ponerse del lado de Cristo es un testimonio convincente de que existe la resurrección. Aquellos estimados creyentes estaban tan convencidos de ello que estaban dispuestos a jugarse la vida. Negar la resurrección sólo destruye los incentivos para vivir y servir al Señor. Si no hubiera nada más allá de la muerte, entonces una persona bien podría decir: “Comamos y bebamos, que mañana moriremos” (versículo 32). El motivo imperioso para una vida y un servicio cristianos rectos es que hay todo por lo que vivir después de la muerte. ¿Por qué molestarse en vivir una vida santa? ¿Por qué molestarse en servir al Señor si no fuera así?
Pablo atribuye la incomprensión que ellos tenían de este punto fundamental de la fe cristiana a malas asociaciones. Dice: “Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (versículo 33). Los corintios habían tenido contacto con malos maestros, y esto les había afectado negativamente. El apóstol advierte que las consecuencias de la impregnación de tal doctrina errónea sobre la resurrección también habían conducido a una mala moral. (Algunas versiones traducen “costumbres” como “morales”). Es un hecho; la mala doctrina lleva a la mala práctica. Corrompe las buenas costumbres. Les exhorta, por tanto, a “velar” en la rectitud práctica “y no pecar”. Tales malas comunicaciones eran pecado, y los estaba corrompiendo. Necesitaban separarse de tales maestros que los estaban corrompiendo. En su segunda epístola trata extensamente este tema.
4) La resurrección atestiguada en la creación
Versículos 35-41.— El apóstol pasa a dar otra prueba de la resurrección: la creación misma. Se enfrenta a las objeciones racionalistas de los que negaban la resurrección apuntando a la naturaleza (versículo 35). Los racionalistas intentan explotar el hecho de que los creyentes no pueden explicar realmente la resurrección. Pero dice que es una postura insensata (“necio”) porque tampoco pueden explicar muchas cosas de la creación de Dios.
Pablo habla de tres similitudes en la creación que demuestran que Dios es perfectamente capaz de hacer cuerpos de resurrección:
1) “Grano”: El método creador de Dios de germinar semillas refleja la resurrección (versículos 36-37). La semilla que se planta en la tierra muere, pero de ella brota la vida de una nueva planta (Juan 12:24). Dios hace de ella un cuerpo nuevo (versículo 38).
2) “Carne”: El método creador de Dios en la creación terrestre refleja Su poder para cambiar los cuerpos en nuevas formas. Muchas criaturas comienzan con una forma particular, pero con el tiempo Dios les da un cuerpo diferente. Tomemos como ejemplo una mariposa; la oruga entra en su capullo y permanece en estado latente durante un tiempo para luego emerger con una forma totalmente diferente (versículo 39).
3) Cuerpos “celestiales” y “terrestres”: Vemos la obra de Dios en la creación inanimada. Los cuerpos “terrestres” son las montañas y colinas, etc., que impregnan el paisaje. Muchos de ellos tenían antaño una forma diferente, pero debido a la actividad volcánica su forma ha cambiado por completo. Los cuerpos “celestiales” son el “sol”, la “luna” y las “estrellas”. Estos también han tenido formas diferentes, pero a través de lo que los astrónomos llaman “nacimiento de estrellas”, se desarrollan en formas nuevas y diferentes (versículos 40-41). (Los “cuerpos celestiales” no son ángeles, como algunos han pensado. Los ángeles no tienen cuerpo; son “espíritus”: Hebreos 1:7).
La manera de la resurrección
Versículos 42-50.— Pablo habla entonces de la realidad de la resurrección del cuerpo humano, diciendo: “Así también es la resurrección de los muertos” (versículo 42). Si Dios puede hacerlo de diversas maneras en la creación, también puede hacerlo con el cuerpo humano.
Procede a hablarnos de la manera en que sucederá. Muestra que, en la resurrección, los santos no recibirán un cuerpo “nuevo”, como dicen algunos, sino que se producirá una “transformación” milagrosa en el mismo cuerpo en el que vivían (Filipenses 3:21). Para enfatizar esto, dice: “Este —el mismo cuerpo que murió— resucita...” (mencionado cuatro veces en los versículos 42-44). Esto es importante, porque decir que los santos recibirán cuerpos nuevos realmente niega la resurrección de los cuerpos en los que una vez vivieron. Si van a recibir cuerpos completamente nuevos, ¡entonces sus viejos cuerpos realmente no resucitarán de entre los muertos después de todo! Para evitar esto, la Escritura tiene cuidado de nunca decir que los cuerpos de resurrección de los santos son “nuevos” en ese sentido. Cuando habla de resurrección, siempre dice “cambiados” (Job 14:14; 1 Corintios 15:51-52; Filipenses 3:21). Esto define con mayor precisión lo que sucederá en el momento de la resurrección. Ese viejo cuerpo será resucitado, cambiado y glorificado, todo “en un momento, en un abrir de ojo, á la final trompeta” (versículo 52).
Da cuatro descripciones de la muerte y la sepultura, y luego cuatro descripciones correspondientes de la resurrección y el estado glorificado del cuerpo humano:
1) “Corrupción”  ... “incorrupción” (versículo 42). Esto se refiere a la condición.
2) “Vergüenza”  ... “gloria” (versículo 43). Esto se refiere a la apariencia.
3) “Flaqueza”  ... “potencia” (versículo 43). Esto se refiere a la capacidad.
4) “Natural”  ... “espiritual” (versículo 44, traducción King James). Esto se refiere al carácter.
No debemos confundir lo que es natural y lo que es pecaminoso. Nunca se dice que el “primer hombre” (versículo 45) sea pecaminoso, mientras que el “viejo hombre” no es más que pecado (Romanos 6:6; Efesios 4:22). Cuando Cristo vino a este mundo se convirtió en el “segundo Hombre”, pero no fue hasta que resucitó de entre los muertos que se convirtió en el “postrer Adam”. Como el “segundo Hombre”, Él exhibió un nuevo orden de humanidad en perfección moral durante Su vida aquí. En la resurrección como el “postrer Adam”, nada lo reemplazará a Él y a la raza de la nueva creación bajo Él. No habrá otra cabeza y otra raza de hombres posteriormente. Esta raza de hombres de la nueva creación es la última raza de hombres que Dios hará. Es una raza perfecta que no puede ser tocada por el pecado, ni puede ser mejorada, y, por lo tanto, no habrá necesidad de ninguna otra raza que la reemplace.
Algunos contrastes son dados para ayudarnos a entender la vasta diferencia entre las dos razas de hombres bajo Adán y Cristo.
•  Adán fue “hecho”.
•  Cristo no fue hecho.
•  Adán era de ánima viviente (natural).
•  Cristo es un “espíritu vivificante” (espiritual).
•  Adán era una criatura.
•  Cristo es el Creador.
Como “espíritu vivificante”, el Señor como el Postrer Adán sopló sobre los discípulos, y así, simbólicamente los vinculó con Él bajo Su Liderazgo en esta raza de hombres de la nueva creación (Juan 20:22). Ahora, para todos los que creen en el Señor Jesucristo, son hechos parte de esa raza y son nuevas criaturas en Cristo en virtud del nuevo nacimiento y la morada del Espíritu Santo (2 Corintios 5:17). Habrá plena conformidad de cada miembro de esta raza con Cristo, la Cabeza, aunque todavía no se ve. Ahora poseen la nueva vida que pertenece a ese nuevo orden de la creación, pero dentro de poco “traerán también la imagen del celestial” (versículo 49) en el sentido de que todos serán glorificados físicamente como Cristo en Su venida (1 Juan 3:2). El nuevo orden de la humanidad introducido por Cristo en la resurrección es:
•  Versículo 47: celestial en origen.
•  Versículo 48: celestial en carácter.
•  Versículo 49: celestial en destino.
Cuando sean glorificados, los santos no tendrán dolencias y efectos de la vejez, etc. Ellos estarán en “el rocío” de su “juventud” como Cristo, quien estará en “el rocío” de Su “juventud” (compárese Salmo 110:3 con Filipenses 3:21). Sus naturalezas pecaminosas caídas serán erradicadas para siempre, y no pecarán más (Hebreos 11:40; 12:23: “perfeccionados”).
Los frágiles cuerpos de humillación que tenemos ahora “no pueden heredar el reino de Dios” en su condición actual (versículo 50); requerirán un cambio. Esto lleva al apóstol a decirnos cómo y cuándo obtendremos estos cuerpos espirituales e incorruptibles.
El momento de la resurrección
Versículos 51-58.— Procede a hablarnos del “misterio” de la resurrección y glorificación de los santos. Dice: “No todos dormiremos”, lo que significa que no todos los santos morirán y, por lo tanto, necesitarán la resurrección. Pero nos asegura que todos seremos transformados” en ese estado glorificado.
Identifica dos clases de santos que se encuentran actualmente en dos estados diferentes: los que han muerto y los que están vivos en la tierra. Uno es el “corruptible”, y el otro es el “mortal”. El “corruptible” se refiere a los cuerpos de los santos que han muerto. Sus cuerpos se están descomponiendo en la tumba, pero “en un momento, en un abrir de ojo” los “corruptibles” se vestirán de “incorrupción”. Lo “mortal” se refiere a los cuerpos de los santos que aún viven. En ese mismo momento, lo “mortal” se vestirá de “inmortalidad”. Esto demuestra que sólo aquellos cuyos cuerpos están en estado de corrupción (los muertos en Cristo) experimentarán la resurrección. Los santos vivos no necesitarán la resurrección, pero sí necesitan ser “transformados” en su estado glorificado.
Contrariamente a lo que muchos piensan, este pasaje no habla del Arrebatamiento. Es verdad que la glorificación de los santos y el Arrebatamiento ocurrirán al mismo tiempo —“en un momento, en un abrir de ojo”— pero el llamado en sí de los santos al cielo no se menciona aquí. La palabra “arrebatamiento” significa arrancar o arrebatar. Esto es lo que sucederá a los santos en ese momento, pero este pasaje no llega a hablar de ello, centrándose más bien en el cambio de los cuerpos de los santos. La mención de “la final trompeta” sincroniza este pasaje con 1 Tesalonicenses 4:15-17 que habla del arrebatamiento de los santos al cielo; por lo tanto, sabemos que sucederá en ese momento. Es el “final” evento en la tierra en relación con los tratos actuales de Dios con los hombres en el día de gracia.
Los versículos 55-56 nos dicen que en el mismo escenario donde ha reinado la muerte (este mundo) habrá una victoria triunfante, y se exclamará: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro [Hades], tu victoria?”. Es una “victoria” doble. La “muerte”, que ha reclamado el cuerpo, y el “Hades”, que ha retenido los espíritus desencarnados de los santos, sucumbirán ambos a la victoria de Cristo.
Las tres fases de la derrota de la muerte
La eliminación total y definitiva de la muerte en la creación se produce en tres fases:
En primer lugar, para el creyente, la muerte queda “anulada” ahora mediante la resurrección de Cristo (2 Timoteo 1:10, traducción J. N. Darby). Es decir, el temible factor de la muerte ha sido eliminado. Puesto que Cristo ha descendido al “polvo de la muerte” y la ha anulado (Salmo 22:15), no queda nada más que su “sombra” para que el hijo de Dios la atraviese (Salmo 23:4). Antes de la muerte y resurrección de Cristo, Satanás había ejercido “el imperio de la muerte” sobre las conciencias de los hombres haciéndoles temer lo que había más allá. Se ha servido del “rey de los espantos”, que es el miedo a la muerte, en su provecho, manteniendo a los hombres en la esclavitud y el temor (Job 18:14). Pero Cristo ha entrado en la muerte y ha despojado al diablo de su poder para aterrorizar al creyente con la muerte. Al otro lado de la muerte, el Señor está ahora con “las llaves del Hades y de la muerte” en su mano, y dice: “Yo soy  ... el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos, Amén. Y tengo las llaves del Hades y de la muerte” (Apocalipsis 1:18, traducción J. N. Darby). Él ha vencido a la muerte habiendo desatado sus “dolores” (Hechos 2:24, traducción de W. Kelly). Los dolores son temores relacionados con lo que hay más allá de la muerte. Puesto que Cristo ha desatado los dolores de la muerte, el creyente iluminado que se enfrenta a ella no necesita temer.
En segundo lugar, en la venida del Señor, Él efectuará una gran “victoria” sobre la muerte y el Hades. Los cuerpos de los santos vivos serán “transformados” a un estado glorificado, en el cual ya no serán afectados por la muerte (Filipenses 3:21). Los santos que han fallecido serán resucitados y también “transformados” en un estado glorificado. Por lo tanto, ellos tampoco estarán sujetos a la muerte.
En tercer lugar, después del Milenio el Señor destruirá la muerte por completo, arrojando “el Hades y la muerte” al “lago de fuego” (Apocalipsis 20:14, traducción J. N. Darby; 1 Corintios 15:26).
Por lo tanto, ha habido una anulación de la muerte ahora, pero habrá una gran victoria sobre la muerte en la venida del Señor (en lo que respecta a los santos); y luego, después del Milenio, habrá la destrucción de la muerte por completo. Estos hechos relativos a la victoria de Cristo sobre la muerte llevan al apóstol a hablar de dos efectos prácticos que deberían producirse en todo cristiano de mente correcta. El primero es la acción de gracias (versículo 57), y el segundo es la energía en el servicio al Señor (versículo 58). Qué tremendo poder tiene la resurrección en nuestras vidas en la práctica, y qué maravillosa esperanza nos da. Cristo está vivo por la resurrección, y Él nos resucitará para vivir con Él (1 Tesalonicenses 5:10). ¿Qué mayor incentivo, qué mayor motivo podríamos tener para vivir y servirle?