Simón Bolívar, el Libertador de Venezuela, Ecuador, Perú, Panamá y Colombia, ganador de decenas de batallas y presidente de Colombia, descansó en su cama a fines de 1830. Su visión de una Gran Colombia yacía en ruinas; había ya gastado su energía y estaba muriendo. Y dijo las famosas palabras: “He sembrado en el viento y arado en el mar”. Ahora, muchos honran su memoria, mas debemos considerar con seriedad sus palabras. En nuestros días, podemos darnos cuenta que hay muy poca estabilidad en todas las cosas; pues aun dentro de la casa de Dios vemos mucha confusión y desobediencia. Entonces, ¿en qué podemos confiar?
Dios nos dio un recurso que jamás fallará: su palabra. Los pensamientos de los hombres pasan de moda, pero la palabra de Dios sigue siendo tan poderosa como siempre. En las páginas de la Biblia hallamos una fuente de sabiduría que jamás cambiará. Pablo al escribirle a Timoteo le dijo: “has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:1515And that from a child thou hast known the holy scriptures, which are able to make thee wise unto salvation through faith which is in Christ Jesus. (2 Timothy 3:15)). En ningún otro libro hallaremos la manera en que podemos ser salvos, ya que la salvación en cada uno de sus tres sentidos está en la Palabra de Dios. El mensaje de la salvación eterna nos dice cómo podemos ser limpios de todo pecado por la fe puesta en Cristo Jesús y su sangre derramada en la cruz. También en la Biblia hallamos una guía para poder atravesar este mundo sin pecar, ni contaminarnos. Cada palabra de las Sagradas Escrituras fue inspirada directamente por el Espíritu Santo, esta verdad la encontramos en 1 Corintios 2:13: “lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu”. Y en verdad esto se convierte en un tesoro para vivir en medio de un mundo en el que tan solo se puede hallar decepción.
La Escritura tiene muchos buenos usos, algunos de los cuales los hallamos en 2 Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. La enseñanza nos hace entender la doctrina de la Biblia; así como en la escuela aprendemos a leer, sumar, restar y mucho más, en la Palabra de Dios aprendemos a conocerle a nuestro Dios. En el libro de Hebreos, por ejemplo, el autor, guiado por el Espíritu Santo, cita versículos del Antiguo Testamento para enseñar la excelencia de Cristo que supera al sistema de sacrificios y todas las demás cosas que estaban relacionadas con ello. En la epístola a los Gálatas el apóstol Pablo usa figuras de Génesis y otros libros para reprender a los santos que estaban retornando a la ley como el medio que les dé poder para vivir sus vidas. En 1 Corintios vemos que Pablo cita la Palabra de Dios para corregir la conducta de los de Corinto, pues necesitaban ver cómo cambiar su conducta y Pablo usa la Biblia para mostrarles aquellos cambios necesarios. En la epístola a los Romanos tenemos un excelente ejemplo del uso del Antiguo Testamento para instruir en justicia: primero enseña la justicia de Dios cuando perdona al pecador y después da instrucciones para vivir una vida justa delante de Dios.
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:1010For we are his workmanship, created in Christ Jesus unto good works, which God hath before ordained that we should walk in them. (Ephesians 2:10)). Dios quiere que hagamos buenas obras y nos da un recurso infalible para ayudarnos a identificarlas: Su Palabra. Con ella el hombre de Dios es “enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:1717That the man of God may be perfect, throughly furnished unto all good works. (2 Timothy 3:17)). Así, la Palabra de Dios resulta ser un alimento perfectamente balanceado para nuestras almas.