2 Crónicas 9:1-12: La Reina de Sabá

2 Chronicles 9:1‑12
Imagínate un mundo sin guerra, donde todos están en paz con sus vecinos y a nadie le falta comida. No hay necesidad de asegurar la casa antes de salir, pues no hay ladrones. Los médicos no son necesarios porque hay una medicina que cura toda enfermedad. Todos tienen trabajo, sin embargo no es tan duro ni lleno de conflictos como hoy. La justicia es inmediata y verdaderamente justa. La palabra coima ya no existe más. Este mundo jamás ha visto tal cosa, mas la Biblia dice que aquel día llegará. Pero antes de esto vendrán los días difíciles de la gran tribulación cuando Dios va a limpiar la tierra de toda maldad evidente; luego el Señor Jesucristo reinará por mil años de paz y tranquilidad. Por cierto, esto no es un mero sueño sino la profecía de un acontecimiento verdadero.
David es una figura del Señor cuando venga para limpiar la tierra de maldad al final de la tribulación. David combatió contra muchos enemigos de Israel y ganó en cada guerra. Después vino el reinado de su hijo Salomón, quien nunca luchó en una sola batalla; puesto que durante toda su vida como rey pasó en paz. Y él es una figura del Señor Jesucristo que reinará como Rey de Reyes y Señor de Señores durante el milenio. Entre tanto que escudriñamos un poco de la historia de Salomón, mantengamos en nuestras mentes que representa a alguien mucho más glorioso.
En 2 Crónicas 9 leemos que la fama del gran rey Salomón llegó a la lejana tierra de la reina de Sabá. Ella vino para ver si era como lo había escuchado; también para probar la sabiduría de Salomón y para ofrecerle regalos acordes a su lugar como un gran rey. Cuando llegó “habló con él todo lo que en su corazón tenía” (2 Crónicas 9:11And when the queen of Sheba heard of the fame of Solomon, she came to prove Solomon with hard questions at Jerusalem, with a very great company, and camels that bare spices, and gold in abundance, and precious stones: and when she was come to Solomon, she communed with him of all that was in her heart. (2 Chronicles 9:1)). Es un inmenso privilegio compartir con nuestro Dios todo lo que está en nuestro corazón. Muchas veces tenemos bastantes preguntas respecto a las cosas difíciles de entender en nuestras vidas. Es importante pasar las preguntas al Dios verdadero. ¿Y cómo contestó Salomón? La palabra de Dios dice: “y nada hubo que Salomón no le contestase”. ¡Qué hermoso! Dios va a compartir con nosotros todos los misterios escondidos que necesitamos saber. Su sabiduría es infinita y no hay nada escondido de Él.
Después de ver por sí misma la sabiduría de Salomón, la reina de Sabá tuvo la oportunidad de observar todo el orden de su reino. Vio la buena comida, las habitaciones y los vestidos de los siervos del rey; también su casa y la escalinata por donde se subía a la casa de Dios. ¿Y cuál fue el efecto de todo eso? La palabra nos dice que “se quedó asombrada”. Si nosotros pudiéramos ver la gran gloria de nuestro Señor también quedaríamos asombrados. Nuestra respuesta a todo eso sería semejante a la de la reina de Sabá cuando dijo: “he aquí que ni aun la mitad de la grandeza de tu sabiduría me había sido dicha; porque tú superas la fama que yo había oído” (2 Crónicas 9:66Howbeit I believed not their words, until I came, and mine eyes had seen it: and, behold, the one half of the greatness of thy wisdom was not told me: for thou exceedest the fame that I heard. (2 Chronicles 9:6)). La respuesta cabal a la perfección de nuestro Señor es adoración ferviente. La reina de Sabá dio muchos regalos finos a Salomón: las especias aromáticas fueron las más finas y que jamás habían visto los demás. Pero no es posible dar a Dios y quedar más pobres que antes, ya que Él siempre nos da más. En 2 Crónicas 9:1212And king Solomon gave to the queen of Sheba all her desire, whatsoever she asked, beside that which she had brought unto the king. So she turned, and went away to her own land, she and her servants. (2 Chronicles 9:12) dice: “Y el rey Salomón dio a la reina de Sabá todo lo que ella quiso y le pidió, más de lo que ella había traído al rey”. Nuestro Dios siempre excede cualquier buena expectativa nuestra.