2 Corintios 12

2 Corinthians 12
 
Pero el mismo hombre que fue así defraudado inmediatamente después habla de ser arrebatado al cielo. Ahora, es esta combinación de la dignidad más verdadera y apropiada que jamás haya tenido un hombre en este mundo, porque pocos de los hijos del hombre, hablando por supuesto de cristianos, se acercaron a Pablo a este respecto; así que, por otro lado, ¡cuán pocos han conocido desde entonces la dignidad de contentarse con sufrir y no ser nada, de tener cada pensamiento y sentimiento de la naturaleza completamente aplastado, como Pablo, tanto dentro como fuera! Tanto más cuanto que era uno que se sentía más intensamente, porque tenía un corazón y una mente igualmente amplios. Tal era el que tuvo que ser juzgado como siervo de Cristo. Pero cuando se trata de maravillas especiales, no habla de sí mismo; Cuando está cerca de la canasta está abierto. Así que aquí habla ambiguamente. “Conozco a un hombre” es su método para introducir la nueva porción. No soy yo, Pablo, sino que “un hombre en Cristo” es tomado, que había visto cosas que no podían expresarse en palabras humanas, ni adecuadas para el estado actual del hombre. Por lo tanto, se deja completamente vago. El Apóstol mismo dice que no sabe si estaba en el cuerpo o fuera del cuerpo; Así que completamente estaba todo alejado de la experiencia ordinaria y del conocimiento del hombre. Pero agrega lo que es mucho que observar: “Y para que no sea exaltado por encima de toda medida por la abundancia de las revelaciones, se me dio un aguijón en la carne”. Así, una humillación más profunda le sobrevino de lo que jamás había conocido: “un aguijón en la carne, el mensajero de Satanás”, el contrapeso permitido a tales experiencias extraordinarias. Era Pablo. El secreto no se podía ocultar. Pero Cristo es aquí, como siempre, el tema del Apóstol del primero al último. Este era el tesoro en la vasija de barro; y para obtener el beneficio correspondiente, Dios obra por medios externos, así como por gracia interior, a fin de llevar adelante Su obra de realzar siempre y cada vez más lo que está en Cristo, y hacer cada vez menos al hombre.
El final del capítulo esboza, con dolorosa verdad pero una mano amorosa, los brotes de esa naturaleza, aplastados en él, mimados en ellos. Porque temía que Dios lo humillara entre ellos a causa de sus malos caminos. ¡Qué amor habla una palabra así!