1 Timoteo 6

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En el último capítulo, 1 Timoteo 6, viene la cuestión de los siervos y sus amos, que también era importante regular; porque todos sabemos que un siervo podría recurrir a un relato egoísta de que su amo y él mismo eran hermanos en Cristo. Está muy bien que el maestro lo diga; y ciertamente nunca debe actuar sin tener en cuenta su propia relación espiritual con su siervo; pero no creo que se convierta en un siervo decir “hermano” a su amo. Mi negocio es conocerlo como mi maestro. Sin duda, sería una gracia de su parte poseerme como su hermano. Por lo tanto, todo lo que está obrando la gracia tendrá su lugar bendito. Quien pensara diferente (y tal nunca ha estado faltando) estaba envanecido, y solo podía sugerir el mal.
Luego toca el valor de la piedad con una mente satisfecha en contraste con el amor al dinero, y sus diversas trampas en esta época como en todo lo que es pasado. Estas cosas se encontrarán tratadas sucesivamente, hasta que finalmente el Apóstol llame al hombre de Dios a huir de estas cosas él mismo, y a seguir el camino de la justicia, y así sucesivamente, así como esforzarse en el buen combate de la fe; de lo contrario, un hombre de Dios no estaba en ningún grado libre de peligro. Debía aferrarse a la vida eterna, a la que había sido llamado, y había confesado la buena confesión ante muchos testigos, y esto en vista del gran evento que mostrará nuestra fidelidad o la falta de ella: la aparición de nuestro Señor Jesucristo, que en su propio tiempo el bendito y único Potentado mostrará. Al mismo tiempo, le pide que les acuse a los que son ricos de no ser de mente elevada ni confiar en algo tan incierto. ¿Qué le daría peso a la carga? Que él mismo estaba por encima de tales deseos, confiando en el Dios vivo, que nos ofrece todas las cosas ricamente para disfrutar. Que sean ricos en buenas obras, liberales en la distribución, dispuestos a comunicarse, estableciendo para sí mismos una buena base para el futuro, para que puedan aferrarse a lo que realmente es vida. “Oh Timoteo, guarda lo que está comprometido a tu confianza, evitando balbuceos profanos y vanos, y oposiciones de conocimiento falso, que algunos profesantes han errado con respecto a la fe. La gracia esté contigo”.