Es posible que al entrar en su casa alguna vez se haya golpeado la cabeza, pues medía casi tres metros y no era alguien débil; también tenía una voz fuerte y resonante. La Biblia dice que era uno de la familia de gigantes.
Este hombre vivió muchos años antes de que existan las carabinas y las bombas. En aquella época salía y gritaba sus amenazas contra el pueblo que odiaba: los hijos de Israel. Esto era suficiente para hacer estremecer a los más valientes y nadie quería pelear contra él; aunque continuaba gritando: “¡VENGAN Y PELEEN!”, ninguno se atrevía. Pero un día alguien vino a pelear contra él. ¿Quién osaría aceptar un desafío como este? Era un joven que no era fuerte; pero que conocía a Dios, Alguien a quien el gigante no conocía.
Me pregunto si ya conoces a Dios, quien es todopoderoso. Al gigante no le importaba quien era Dios y no tenía problemas, ninguno, hasta que entró en el valle. El joven David ya había confiado antes en Dios, porque Él le había dado fuerzas para matar a un león y a un oso, mientras protegía a sus ovejas y lo único que utilizó era sus manos. El gigante en cambio utilizaba una armadura para pelear: un casco de bronce, una cota pesada de malla, protección para sus piernas, protección para sus hombros, y una lanza muy grande y tan pesada que un simple hombre no podría levantarla. También llevaba a alguien delante de él, quien sostenía su escudo. Parecía confiar en sus dioses; contaba también con su gran tamaño y con todo su costoso equipo para protegerse de cualquiera que osara pelear contra él.
David por lo contrario, solo tenía una bolsa de pastor donde había colocado cinco piedras escogidas con cuidado y su honda: era todo lo que tenía. Bueno, en realidad no era todo, pues debemos recordar que él confiaba en Dios.
El gigante gritó con voz fuerte y resonante que daría su cuerpo de comida a las aves del cielo; pero escucha la respuesta de David: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado... y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel... porque de Jehová es la batalla” (1 Samuel 17:45-4745Then said David to the Philistine, Thou comest to me with a sword, and with a spear, and with a shield: but I come to thee in the name of the Lord of hosts, the God of the armies of Israel, whom thou hast defied. 46This day will the Lord deliver thee into mine hand; and I will smite thee, and take thine head from thee; and I will give the carcases of the host of the Philistines this day unto the fowls of the air, and to the wild beasts of the earth; that all the earth may know that there is a God in Israel. 47And all this assembly shall know that the Lord saveth not with sword and spear: for the battle is the Lord's, and he will give you into our hands. (1 Samuel 17:45‑47)). Entonces el gigante se le acercó y David corrió a su encuentro; mientras corría lanzó tan solo una piedra, la cual se clavó en la frente del gigante y de esta manera cayó con su rostro a tierra, añadiendo al gran estruendo de su caída el de su pesada armadura.
¿Quién fue en realidad el que ganó? Dios, pues Él siempre gana. Así también, su Hijo, el Señor Jesucristo, obtuvo la victoria sobre el pecado contra Satanás, al morir y resucitar. Y un día muy cercano sus enemigos doblarán sus rodillas delante de Él y lo confesarán como Señor de todo.
¿De qué lado estás tú? Cuando el gigante cayó, tal vez muchos de aquel ejército desearon cambiarse de lado al ver que los hombres de parte de David bajaban presurosos y así huyeron sin pelear. Sin embargo, cuando Jesús regrese como vencedor no habrá forma de huir: ¡Toma ahora mismo una decisión! Corre hacia Él, no huyas; pues ha prometido: “al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:3737All that the Father giveth me shall come to me; and him that cometh to me I will in no wise cast out. (John 6:37)). Y no te va a rechazar porque te ama tanto que murió por ti.